Donde el autor prosigue con una historia (la del desalojo de Madrid) que pensó finiquitada, pero obviamente se equivocó. Parece una fábula, piensa el autor. Y el blog una olla en donde se mezclan personajes de distintas recetas, aderezados siempre con productos de temporada
Max, Lucía y Roberto,
-que habían viajado a Madrid en busca de Ambrosius, de quien sólo sabían (y ni siquiera eso), que vivía cerca del Mercado de Chamberí-
sí habían oído las órdenes de desalojo emitidas por radio y televisión y sí habían recibido llamadas asustadas de sus madres y de sus amigos, pero decidieron quedarse en Madrid, porque esa ciudad desierta patrullada por milicias paramilitares, basureros y bomberos, bien podría ser el escenario de la aventura tantas veces imaginada en mañanas de cafetería universitaria. Se olvidaron de Ambrosius, buscaron un escondite en un hotel con piscina y minibar, y esperaron.
Max, Lucía y Roberto salieron a la calle el día en que Max, después de mirar por la ventana, aseguró en voz alta que ya no había paramilitares en la ciudad.
-como se verá más adelante, Max se equivocaba, pero también estaba aburrido y además Max decía las cosas de tal manera que Lucía y Roberto siempre le hacían caso, un poco por dejarse llevar y un poco por miedo a llevarle la contraria, aunque esto último, lo del miedo, era un sentimiento que ninguno de los dos había verbalizado nunca, ni siquiera en pensamientos-
Caminaron felices, haciéndose zancadillas y cosquillas, dándose sustos desde portales vacíos, gritando a las paredes, tumbándose sobre el asfalto en cruces emblemáticos de la ciudad donde ahora no pasaba ningún coche y caminaron sin objetivo, ni mapa. Nadaron en el Retiro y mientras se secaban a la orilla del estanque compartieron los últimos cigarros de la penúltima cajetilla. La última decidieron racionarla a cigarro diario, a tres bandas, antes de acostarse. Todos dijeron estar de acuerdo, pero Roberto pensó que aquello no podía seguir así.
A la mañana siguiente Roberto se marchó solo deshaciendo el mismo camino por donde el día anterior habían caminado felices, haciéndose zancadillas y cosquillas, dándose sustos desde portales vacíos, gritando a las paredes, tumbándose sobre el asfalto en cruces emblemáticos de la ciudad donde ahora no pasaba ningún coche y al llegar al cruce de Gran Vía con Alcalá, Roberto escuchó un disparo.
Corrió a esconderse detrás de un cartel de menú del día, donde aún podía leerse con los trazos de tiza acaso un poco borrados:
Lentejas con chorizo
Ensalada Mixta
Gazpacho
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Filete de ternera
Dorada
Huevos fritos con patatas
Bebida, café o postre incluido
9,50 euros
En ese mismo instante Max y Lucía fumaban, en silencio, el primer cigarro de la última cajetilla.
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