domingo, 28 de noviembre de 2010

Lo bueno de la lluvia

Donde el autor vuelve de un fin de semana en Santander y da el parte meteorológico


Otra vez Sesentadíasseguidossinparardellover. La épica del norte, la lluvia como superioridad moral y estética se hizo aforismo, leyenda y oración para llenarte la boca y recitar como una contraseña entre los hombres de la tribu donde nunca para de llover. Porque todos estaban orgullosos de esta mala racha, aunque todas las mañanas descubriesen irritados otro día gris de gotas de agua en la ventana de la habitación, y en la ventana del coche y en los escaparates. En cualquier momento del día, da igual donde mirases, habría gotas cayendo seguidas de sinceros lamentos de raza perseguida. Esta lluvia me hace tender a la melancolía, se escucharía incluso en boca de algunos afectados con sentido de la ironía y el drama. Y qué manera de llover, primero la ciclogénesis explosiva que derribaba paseos marítimos y volcaba barcos en la bahía en escenas de huracán caribeño. Incluso salía en el telediario nacional, como un espaldarazo definitivo que confirmaba lo que todos los habitantes de la ciudad sabían: que la raza del norte estaba curtida en catástrofes, en barcos hundidos, en terribles galernas, melancolías indescifrables, profundidades abisales, rostros curtidos, chubasqueros, katiuskas, cachis de calimotxo, ballenas varadas, sirenas, puertos, astilleros, putas, cañas de pescar, olas crispadas de espuma-borreguito en días de sur, tornados, galería de fotos de El Diario Montañés. Y qué granizadas, y por favor no me compares con las lánguidas granizadas de interior que arruinan cosechas, lechugas, tomates, no, aquí la playa cubierta de blanco junto al mar negro azul verde con sus tres cargueros y sus cinco veleros y la isla de Mouro de fondo. No, por favor, no me lo compares, esto se trata de otra cosa. ¿No te das cuenta?

Sesentadíasseguidossinparardellover, y les brillan los ojos.

viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Aviones volando?


Donde el autor juraría que, a este ritmo de dispersión y disgresión, jamás será capaz de terminar la guía de Praga
 
David Černý intervino en la torre de televisión de Praga (pronunciese Žižkovský vysílač). No es fácil elegir el verbo que acompañe a un escultor, pero imagino que intervenir es una opción que les emociona y les hace sentirse todavía un poco más artistas. Intervino Černý en el edificio más alto de Praga, una torre retrofuturista (según afirma con acierto la guía que copio) de los años 80. Está alejada del casco histórico de la ciudad, así que es imposible comparar en una misma postal su perfil de cohete bauhasiano con las cúpulas barrocas y torres góticas de Staré Město. Una lástima.  

Černý intervino en la torre colocando un puñado de esculturas de bebés gigantes que caminan a gatas por la columna blanca. De lejos parecen moscas. Černý es un autor ingenioso, lo cual a falta de talento, es siempre un recurso inteligente. La página web de Cerny te recibe con su cabeza girando y emitiendo eructos de rana. Para avanzar y pasar al índice hay que volarle la cabeza con un disparo de ratón. Suena entonces un cósmico aleluya. Ingenioso. Pincho al azar uno de sus proyectos y me encuentro con un portaviones de la marina atracado encima de las torres gemelas de Nueva York. El fotomontaje es de 1996 y demuestra que la ficción siempre supera a la realidad. ¿Aviones volando? Que falta de imaginación.

lunes, 15 de noviembre de 2010

el peligro de las esculturas políticas





Donde el autor regresa con una pequeña historia de insospechadas lecturas. Si esto cayese en manos de Vargas Llosa estamos convencidos de que sería convenientemente transformado en una Gran Metáfora de la Pequeñez Del Artista frente a los Totalitarismos Del Siglo XX.

Otakar Švec es el autor de la escultura El Motorista, que hoy puede verse en el Palacio de Muestras de Praga, junto a un skoda descapotable de la década de los 60. Es una pieza de estética futurista, una oda a la velocidad y a la tecnología y otros inocentes códigos estéticos de las vanguardias de entreguerras.

Escribo una guía de Praga, un trabajo aseado, mecánico, aburrido, relajante, bien pagado, y necesitaba colocar (no es que me lo hayan pedido, pero quiero ser asquerosamente freelance del mes y cubrirme las espaldas y las ortografías de cualquier crítica) ese acento circunflejo en forma de boomerang sobre la S de svec.

Fui a google y copy paste. Allá ellos luego con sus maquetaciones y sus tipografías. Yo les paso el word bien maqueado, lleno de símbolos extraños y nombres de calles que parecen nombres de vampiros.

Y en cinco líneas de wikipedia descubrí que Otakar Švec, aparte de su motorista, construyó en vida otros cuatro conjuntos escultóricos: los dedicados a Tomáš Masaryk (el primer presidente de la Checoslovaquia independiente, en 1918) y al sacerdote reformista Jan Hus (quemado vivo en el siglo XV en la plaza de la ciudad vieja) fueron destruidos por los nazis. La estatua de Roosevelt, en cambio, fue derribada por los rusos.

En los años 50 se presentó al concurso para diseñar la estatua de Stalin que había de erigirse en lo alto del parque Letna, a modo de Cristo paulista sobre el río Moldava y las cúpulas de Praga. Švec pensaba que el concurso estaría amañado y confiaba en quedar en segundo lugar. Pero tuvo mala suerte y ganó. Švec utilizó como modelo para cincelar a Stalin a un electricista de los estudios de cine Barrandov.

La escultura fue inaugurada el 1 de mayo de 1955. Medía 15 metros de alto y respondía al formato de líder al frente de una columna de heroicos trabajadores. Los vecinos de Praga lo apodaron la cola de la carnicería, en honor a las penurias del racionamiento.

Švec no estuvo presente en el acto de inauguración porque se había suicidado, al igual que su mujer, tres semanas antes con un escape de gas en su casa. El electricista de Barradov murió alcoholizado tres años después, supuestamente harto de que todo el mundo le apodase Stalin.

En 1962, por orden directa de Nikita Kruschov, la escultura de Stalin fue derribada y borrada del mapa con la ayuda de 800 kilos de dinamita.