domingo, 28 de noviembre de 2010

Lo bueno de la lluvia

Donde el autor vuelve de un fin de semana en Santander y da el parte meteorológico


Otra vez Sesentadíasseguidossinparardellover. La épica del norte, la lluvia como superioridad moral y estética se hizo aforismo, leyenda y oración para llenarte la boca y recitar como una contraseña entre los hombres de la tribu donde nunca para de llover. Porque todos estaban orgullosos de esta mala racha, aunque todas las mañanas descubriesen irritados otro día gris de gotas de agua en la ventana de la habitación, y en la ventana del coche y en los escaparates. En cualquier momento del día, da igual donde mirases, habría gotas cayendo seguidas de sinceros lamentos de raza perseguida. Esta lluvia me hace tender a la melancolía, se escucharía incluso en boca de algunos afectados con sentido de la ironía y el drama. Y qué manera de llover, primero la ciclogénesis explosiva que derribaba paseos marítimos y volcaba barcos en la bahía en escenas de huracán caribeño. Incluso salía en el telediario nacional, como un espaldarazo definitivo que confirmaba lo que todos los habitantes de la ciudad sabían: que la raza del norte estaba curtida en catástrofes, en barcos hundidos, en terribles galernas, melancolías indescifrables, profundidades abisales, rostros curtidos, chubasqueros, katiuskas, cachis de calimotxo, ballenas varadas, sirenas, puertos, astilleros, putas, cañas de pescar, olas crispadas de espuma-borreguito en días de sur, tornados, galería de fotos de El Diario Montañés. Y qué granizadas, y por favor no me compares con las lánguidas granizadas de interior que arruinan cosechas, lechugas, tomates, no, aquí la playa cubierta de blanco junto al mar negro azul verde con sus tres cargueros y sus cinco veleros y la isla de Mouro de fondo. No, por favor, no me lo compares, esto se trata de otra cosa. ¿No te das cuenta?

Sesentadíasseguidossinparardellover, y les brillan los ojos.

3 comentarios:

Mylodon Darwinii Listai / Milodón dijo...

En el invierno del año 2000 recuerdo que en Santiago de Compóntelas llovió CUARENTA DÍAS SEGUIDOS. No es una exageración, una expresión hecha, un recurso hiperbólico: durante cuarenta días cayó agua del cielo.

Fue el invierno en que descubrí qué es la serotonina y por qué a veces hay que consumir Fluoxetina Cantabria (googléalo!).
¿No te parece curioso que sea precisamente ése el nombre de un antidepresivo que me ayudó a sobrevivir a la lluvia?

En cuanto a las granizadas de interior: de lánguidas NADA!

Ambrosius de Königsberg dijo...

en verdad me parece fabuloso. Un reconocimiento científico al hecho diferencial cántabro. Nosotros, que tenemos envidia de gallegos y vascos hasta cuando en los días de temporal los citan a ellos antes que a nosotros en el telediario, nos vemos por fin elevados a la categoría de Enfermedad Del Alma. Ante este hecho empírico, empalidecen las gaitas y los bertsolaris. In deseases and rains, Cantabria rules!
coño, y rima

brbrbbr dijo...

jajajajaja.

Cierto mi mujer, gallega no cantabra y con identidad propia por efecto de la tierra y de la lluvia caida, ahora en madrid, tambien se queja de la cantidad de agua caida cada vez q viene a vernos, como si en los 30 años anteriores a irse a Madrid no lloviese.

Seran los efectos de la contaminacion, en fin, mis felicidades por el Blog y espero leerte este veranos entre mareas y traineras.