miércoles, 11 de febrero de 2009

Metakatiuskas



Donde el autor da una vuelta de tuerca a la asomborsa historia del Capitán Katiuskas

Max, Lucía y Roberto sabían que querían hacer algo original, pero no sabían exactamente qué. Quisieron imitar a Walker Evans y su serie de retratos anónimos en el metro de Nueva York en la década de los 30. Llevaba Evans la cámara escondida en el abrigo, el objetivo asomando entre dos botones y un disparador en la mano. Pero no había metro en Santander.

Fundaron una tertulia literaria, la tertulia de los Hombres Modernos, pero se cansaron de escucharse y se cansaron de leer libros mal elegidos. También se cansaron de la lluvia.

Pensaron en escribir un blog y pasaron noches enteras en el ciberespacio en busca de una idea, una inspiración, o al menos un modelo que destruir. Hasta que una mañana, en la cafetería de la universidad, estallaron: "Internet es una taberna, un foro de vanidosos, una trampa, la nada, el todo, un lodazal,un espejo roto en mil pedazos, un balbuceo, una cosmovisión, un cajón desordenado..." y así siguieron hasta que Lucía les interrumpió con un golpe en la mesa y les advirtió de que esa conversación, ese cúmulo de insultos,sonaba a taberna, a foro de vanidosos, a trampa, a nada, a todo, a lodazal,a espejo roto en mil pedazos, a balbuceo, a cosmovisión, a cajón desordenado.

Lucia les contó entonces la asombrosa historia del Capitán Katiuskas,encontrada en un blog "inconsistente y olvidable" (estaban en la edad de los adjetivos) de nombre Enzyklopedien. Max y Roberto leyeron los posts impresos que Lucía les puso encima de la mesa. Al cabo de media hora cada uno de ellos propuso una teoría:

- el capitán Katiuskas estaba organizando un atentado contra Franco que consisitía en estrellar contra su yate Azor, durante la celebración de las regatas de verano, una trainera kamikaze llena de explosivos.

- El asombroso plan del capitán katiuskas sólo existía en la imaginación de un grupo de militares franquistas ansiosos por descubrir un gran complot inexistente.

- El capitán Katiuskas había creado un campamento secreto en la isla de Mouro en donde se escondían los últimos maquis, a la espera de lanzar un ataque a Santander. Desembarcarían en el Sardinero, en la Península de la Magdalena y en Puerto Chico, a bordo de barcas, traineras (de nuevo las traineras, qué obsesión) y en pequeños submarinos monovolúmenes en forma de tiburón... Para que se callarán, por interrumpirles de alguna manera, por detener el desembarco imaginario, Lucía dijo:

"Iremos a Madrid y se lo preguntaremos a Ambrosius en persona".

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