martes, 27 de enero de 2009

El espía que espiaba al capitán Katiuskas


Gerardo Vielba. Playa del Sardinero, 1960.

Donde el autor encuentra una foto que demuestra la existencia del capitán Katiuskas

“Verticales, de izquierda a derecha: un palo para los toldos, un paraguas, un hombre sentado leyendo el periódico de espaldas, un camarero congelado en pleno movimiento.

Horizontales; el mar suave, como un plato, con diminutas olas rompiendo en la orilla. La espuma, si te fijas, parece el borde churruscado de un huevo frito, que es como a mi me gustan los huevos fritos.

Desconozco el contenido de la bandeja del camarero. Podría ser la cabeza de un hipopótamo, de ahí el gesto apesumbrado del señor.
Desconozco, asimismo, el contenido de la maleta posada en la arena, junto al paraguas. Podrían ser periódicos o propaganda comunista. En cualquier caso, no hay duda de que el Capitán Katiuskas es feliz leyendo el periódico (una edición atrasada del Alerta, nada raro, pues he podido comprobar que siempre lee periódicos atrasados. Posiblemente se informe de la actualidad por la radio, o puede ser que al caballero no le interese la actualidad -algo extraño en un supuesto subersivo- y sea del tipo de personas que empiezan los periódicos por la contraportada y que se detienen, con especial atención, en la clasificación de la liga de fútbol, en los obituarios y en los precios del mercado de ganados de Torrelavega.

En el mar se adivinan las siluetas de cuatro barcos, y de fondo se escuchaba algo parecido al sónar de un submarino.

Aunque no se perciba en la foto, soplaba un ligero viento del nordeste".


En su despacho de la plaza Porticada, el General lee atónito el informe, escrito a mano sobre papel cuadriculado. Está preocupado. El Gobernador general vendrá a verle dentro de un rato y él sigue sin saber qué trama el Capitán Katiuskas. Vuelve a mirar la foto. Se levanta. Se sienta. Suspira. Algo le dice que ahora tandrá que ordenar que vigilen al espía que ha escrito el informe. “Una cadena de vigilancia infinita”, murmura. Tres ideas le paralizan: ¿por qué la cabeza de un hipopótamo? ¿por qué un huevo frito?. Y la peor ¿habrá alguien vigilándome a mi?

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