jueves, 22 de enero de 2009
Monográfico de Madrid
Donde el autor culmina su particular triología sobre Madrid (o no) con una revista de viajes dedicada íntegramente a la capital europea situada a mayor altitud. 655 metros. Que no es tanto.
Hace un año que recibimos de imprenta el primer y único número de la revista Geografías, dedicada a Madrid.
El artículo sobre el Barrio de Salamanca se concibió como una "radiografía libérrima del Madrid más rancio", en palabras textuales de J. Fotos de mujeres en abrigos de pieles comprando en Serrano, hombres fumando Marlboro apoyados en una barra llena de cañas y tapas de cortezas de cerdo, y de fondo una máquina tragaperras, una máquina de tabaco y una televisión con un partido de fútbol. "Es un tópico insoportable", denunció X, el autor del texto, quien a la hora de escribir preferió "dejar al margen los lugares comunes" (no dijo tópico, porque le parecía una palabara tópica). Su trabajo consistió en grabar una conversación elegida al azar en un bar elegido al azar y transcribirla tal cual,sin editar y con onomatopeyas (fue difícil, el ruido de las tazas, de la cafetera, del camarero, de la televisión, del grupo al lado del grupo espiado). Picó el texto hasta que se acabó el espacio de la página, como si de pronto alguién hubiese desconectado el ordenador. Un final abrupto, pero intencionado. Una frase cortada con hachazo ("lo peor es que")que dejaba al lector en suspense, preguntándose qué es lo que era lo peor. O preguntándose si era un error de maquetación. Prefirieron pensar la primera posibilidad. El acoplamiento en un mismo reportaje del texto con las fotos superó la capacidad de inventiva de toda la redacción, que tras una frustrante tarde en busca de soluciones optó, simplemente, por no titular el texto de ninguna manera. Lo cual pasado un rato les pareció una solución bastante vanguardista,a la vez que sensata.
Bajo el epígrafe de Madrid Erasmus, un antiguo estudiante lituano se limitaba a enumerar por orden alfabético el nombre de las mujeres, el color de sus ojos, su edad y el sitio en donde se había acostado con ellas durante su año de beca. Como una lista de la compra, dijo el autor; como un psicópata, dijo L. "Adriana, ojos marrones, 23 años, línea 6, aproximadamente entre Nuevos Ministerios y Moncloa".
D describió los 10 bares donde se servía el peor café de Madrid. El texto poseía un tono científico que fue del agrado general de todos los redactores, obsesionados con evitar "frívolidades de fanzine adolescente". Curiosamente, cuatro de las diez cafeterías seleccionadas eran de hoteles de lujo.
R se acercó a la comunidad emigrante latinoamericana de una forma original, según ella misma, y "folclórica y plagada de prejuicios", según X. Durante dos semanas se sentó junto al estanque del Retiro con un cartel que rezaba: "Se escriben cartas con gracia y entrañables. Cuéntame tu historia". El servicio incluía una foto del cliente que se adjuntaba al sobre o al e-mail. Pare vencer reticencias R mostraba a sus clientes una carta tipo que había escrito hacía 5 años a un ex novio. "¿Lograste que volviera contigo?",le preguntó una ecuatoriana de 25 años. "No, pero se la enseñé a un amigo que se enamoró de mi", constestó R. "Yo es que escribiendo tengo mucha gracia". La ecuatoriana dudó y por complacer a R se inventó una historia fantástica sobre sus tribulaciones en Madrid. Pagó los 5 euros convenidos y más tarde, en casa, tiró la carta a la basura, no sin antes preguntarse por qué eran tan raros los españoles.
P escribió una serie de haikus sobre las bombas de Eta en Madrid:
"finding beauty
amid the bomb craters
takes a little work"
Luego confesó que lo había copiado de una artículo sobre Kabul de la revista Time. Pero ya era tarde para hacer cambios.
J, el arquitecto, propuso un mapa inexistente que marcara todos los edificios que alguna vez se proyectaron y nunca se construyeron en Madrid. A pesar de lo que pudiera pensarse, el resultado fue bastante anodino. No había edificios megalómanos, ni excentricidades de vanguardia, ni pirámides de sectas religiosas. "Eso es justo lo que quería mostrar", explicó J eufórico. "Que nunca existe otro modelo de ciudad. Es inútil echarle la culpa al pasado". Todos guardaron silencio, incluso X.
Ambrosius describió las líneas de metro de Madrid.
Hubo varios tema que se rechazaron, por obvios: "la guerra civil, los bares de tapas, los escenarios de Almodóvar, Las Ventas, y un ensayo irónico sobre las diferencias entre Madrid y Barcelona".
Los cien ejemplares de la revista se distribuyeron, al modo de book crossing, por los vagones de la línea 5, los bancos del Paseo de Recoletos, el fondo sur del Santiago Bernabeu,un locutorio de Usera y la cafetería del Tanatorio de la M-30.
Un amigo me llamó ayer desde Santander para contarme que había encontrado un ejemplar de la revista, con las tapas corroídas por el salitre y la humedad, en una de las pedreñeras rojas que cruzan la bahía.
Aunque nadie terminó de creerse la noticia, a todos nos hizo mucha ilusión.
"En el fondo, es una casualidad hermosa", dijo X.
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1 comentario:
Ambrosius, estás rozando la genialidad, que lo sepas.
Te sigo con fervor morboso desde Pekín
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