lunes, 16 de marzo de 2009

Conversación entre un funambulista y un poeta frustrado


Enzyklofotopedia


Donde el autor regresa al desierto y recomienda leer el post escuchando, de fondo, la música que suena aquí

Mhammid, desierto marroquí.
Patio interior de una casa de adobe en el corazón de una kasbah, por donde entra una luz de portal de Belén.
Mientras hablan, el funambulista no puede quitar la mirada de las babuchas amarillas alineadas junto a la alfombra. Cuando habla necesita fijar la mirada en algo quieto y nunca en los ojos del interlocutor.
El poeta nómada se mueve como un gato obeso y anda como ido desde que leyó una antología de poesía bélica de los futuristas italianos. Se lo regaló un turista romano que quería escribir un libro sobre los tuaregs. El poeta, que tiene un hotel y media docena de dromedarios, le explicó que no había tuaregs en Marruecos, pero al romano no le importó. Un día, desapareció. No pagó la habitación, pero dejó un libro encima de la cama y una dedicatoria dentro del libro: Abdul, ¿te imaginas un combate en el desierto entre legiones romanas y tribus nómadas? Es una idea que me obsesiona.

Los dos beben té y comen pistachos.
Hassan, el anfitrión, les mira en silencio.

- No encuentro el tono a mi epopeya épica sobre los nómadas del desierto.
- No encuentro alturas dignas de mi arte.
- Pienso en el Mio Cid.
- ¿En quién?
- Un guerrero de Al Andalus.
- El desierto es plano. Necesitaría, al menos, dos minaretes gemelos, como esas torres que derribó Bin Laden. Así podría para caminar sobre el vacío.
- Tienes palmeras.
- Y tú los relatos de los ancianos. Podrías comenzar con el ataque del Frente Polisario en 1981, con Hassan cagándose en los pantalones (Hassan, que escancia los vasos de té, sonríe. Sí, se cagó, y qué). Alternar esos combates sucios de metralleta y granadas con sables y dromedarios del siglo XVIII.
- Podrías caminar entre las torres de la kasbah, o por el tejado de esta casa, de un lado a otro del patio. Los turistas vendrían a tomar el té y tu caminarías por encima de sus cabezas. Sería un espectáculo asombroso.
-Yo no quiero vender mi arte. No quiero que me hagan fotos, como a un dromedario.
- Pues a mi me gustaría que tradujeran mi epopeya al francés y que presentaran mi libro en París.

(Silencio)

- ¿Conoces a los futuristas italianos?
- No.
- Escribían cosas hermosas sobre la guerra.
- ¿Conoces la leyenda de los pozos?
- ¿Cuál?
- Esa sobre las hermosas mujeres judías que se refugiaban del calor del verano en pequeños salones subterráneos excavados en los pozos de agua. Se introducían en el brocal y bajaban por la cuerda hasta el agujero que daba entrada a sus palacios secretos. A veces el nivel del agua del pozo subía de forma abrupta y morían ahogadas junto a sus cojines de seda. A veces un marido cornudo cortaba la cuerda y las dejaba morir de hambre. En una ocasión, un marido demente contó que un figura medio humana, medio anfibia, había salido del agua para copular con sus mujeres. Lo cierto es que se hallaron escamas sobre la piel de los cadáveres desnudos.
-En esta casa vivió una familia judía. En 1949 se marcharon a Israel -intervino Hassan por primera vez.

Y por primera vez el funambulista apartó su mirada de las babuchas amarillas, y preguntó:

- ¿Dónde está el pozo?

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