jueves, 5 de marzo de 2009
Los Jardines colgantes de Babilonia II
Carlistas buscando Guerra. Augusto Ferrer Dalmau
Donde el autor pide ayuda a un amigo historiador, por si él fuera capaz de explicar el por qué del titulo del cuento de Alonso Pereda, Jardines colgantes de Babilonia. Y para crear un poco de confusión ilustra el post con un cuadro carlista, que es una gente que da mucho miedo
Fui a buscarle a su casa, uno de esos edificios con grandes portales y porteros viejísimos que hay entre Santa Engracia y la Castellana. La voz del telefonillo del portal sorprendió a un chica (botas, medias, vestido negro, treinta y pocos años, una mandarina en la mano)en mitad de una calada al cigarro y al decir “soy yo” le salió una voz rara, pero bonita, y una especie de tos con humo. Con la puerta abierta del portal dudé si llamar de nuevo al telefonillo para avisar de mi llegada. Mi amigo, como todo historiador eremita, admite mal las interrupciones y mi visita, no anunciada, le pondría nervioso. Pero estaba la chica de la calada y la tos y me apetecía compartir con ella un ascensor decimonónico, con verjas y transparente y muy lento.Aunque sólo fueran dos pisos.
Conocí a mi amigo cuando él era profesor invitado en la Universidad Humboldt de Berlín. Por qué a un alemán podría interesarle el título de su seminario: 'la influencia del carlismo en la genesis del nacionalismo vasco' era para mi un incógnita. Pero a mi sí me interesaba. Y como a mi, a otro grupo de diez estudiantes alemanes, siempre tan políglotas, tan seguros de si mismo, con tan poco miedo a hablar en público. Mi amigo era una autoridad en historia contemporánea española. Su trilogía sobre la masonería y las revoluciones liberales del siglo XIX era una pequeña joya que despertó la admiración y la envidia de sus colegas, así como una columna ocasional en el suplemento cultural del ABC.
Pero a él, lo que realmente le gustaba era la historia antigua, lo que le ponía la carne de gallina y le hacía levantar los ojos de sus libros para evocar, mirando por la ventana, desaparecidos mundos lejanos, eran las civilizaciones de Mesopotamia, el Poema de Gilgamesh, el código de Hamurabi y el reino de Ur.
Por eso acudí a él, para que me descifrara el titulo del cuento de Alonso Pelayo: Los jardines de Babilonia.
Llamé a la puerta. Un piso más arriba unos dedos con sabor a mandarina metían la llave en la cerradura.
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