Donde el autor escucha una historia contada desde lo alto de una escalera por un obrero con acento ruso que arreglaba el cartel luminoso de un bar de Chueca
"Tenía un gato blanco con ojos azules y que hablaba", le escuché decir a un obrero con acento ruso (y me acordé de mi mismo imitando el acento ruso en Zaragoza, de madrugada).
"Hablaba muy poco y comía mucho. También dormía todo el rato. No le gustaban las gatas, nunca intimó con ninguna. Se puso muy gordo y a veces daba miedo. Era obeso y antipático y por las noches yo cerraba la puerta de mi habitación. Nunca quería mimos y a veces se pasaba tardes enteras leyendo las esquelas del ABC. Tuve que matarle. Me lo comí guisado con ajos y pimientos y un chorro de vino blanco. Con los huesos hice un caldo y con el caldo un arroz caldoso. Del gato se aprovecha todo. Desde entonces no puedo parar de hablar y lo peor es que nadie se cree la historia de mi gato".
Yo tenía un gato blanco con ojos azules y que hablaba",
le escuché decir a un obrero con acento ruso
(y me acordé de mi mismo imitando el acento ruso
en Zaragoza,
de madrugada)
Y desde entonces no puedo parar de contar la historia
de su gato blanco con ojos azules
y que hablaba.
1 comentario:
Sería un obrero ruso que en sus ratos libres soñaba versos costeros de Murakami...
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