domingo, 5 de octubre de 2008
Perderse es la única manera de llegar a los sitios que valen la pena
Donde el autor reflexiona superficialmente sobre la diferencia entre el periodismo y la literatura de viajes, pero acaba elogiando un libro sobre Venecia, lo cual es muy meritorio, siendo Venecia como es, una ciudad con una incorregible tendencia al tópico.
El periodismo de viajes puede ser insufrible, pero por suerte los reportajes son cortos y las fotos, a veces, bonitas. Entretiene en los despegues, en los ascensores y entremedias. Pero un mal libro de viajes es una tragedia. Ambos formatos poseen la misma tradición y modernidad, las mismas ciudades reinventadas y la misma sucesión de fachadas modernistas, tardogóticas y barrocas, donde siempre cabe destacar..., pero los libros tienen muchas más páginas. A cambio, no tienen titulares ni entradillas, allí donde los reportajes, incluso los más interesantes, naufragan en el tópico, en la desidia y en la reducción.
Pocas ciudades tan castigadas como Venecia, tantas veces descrita con esa prosa de carta al director de periódico de provincias, tantas veces plagiada: Ámsterdam es la Venecia de Holanda; Estocolmo, la Venecia del norte,y así sucesivamente, pero no siempre: Madrid obviamente no es la Venecia de la meseta.
Se puede escribir un reportaje de viajes desde la mesa, con google y una guía, igual que se escriben notas de sucesos sin pisar la escena del crimen o se escriben crónicas taurinas sin distinguir una verónica de un reactor nuclear, o se firman críticas de conciertos antes de que comiencen. Pero hay libros, como Venecia es un pez,de Tiziano Scarpa (editorial Minúscula), que sólo pueden ser escritos por quien conoce la ciudad, en este caso su ciudad, como su almohada. Dice el autor que es una guía, pero miente: no tiene mapas, ni precios, ni recomienda un solo restaurante u hotel; tampoco enumera iglesias como postres un camarero. Sí cita, ocasionalmente, a otros autores (y nadie podrá echárselo en cara, en Venecia han vivido y sobre ella han escrito más poetas, filósofos y novelistas que guiris borrachos han meado en las ramblas de Barcelona).
Este “breve paseo físico emotivo” incluye un detallado recuadro sobre las tallas mínimas permitidas para la venta del pescado en los mercados de Venecia (salmonete, sardina, boquerón: 7 cm), ejemplos de cómo follan los jóvenes sin casa propia en una ciudad dónde no hay coches, semblanzas nostálgicas sobre gatos que leen a Heidegger en el antepecho de la casa de su bisabuela, doctores psicópatas que no soportan la belleza asfixiante de la ciudad, juegos infantiles, pesadillas infantiles, bíblicas inundaciones, yanquis y yonquis, ancianas poetisas cachondas (saldré aullando esta noche/ por la calle babeando a tientas/y os comeré a besos/mocetones rapados al cero/que abultáis pantalones generosos), un poco de historia, un poco de arte, un poco de ingeniería. Es lírico, levemente irónico, se puede leer andando y se debería leer en voz alta. Y lo más importante, no lo negaré: son apenas 100 páginas Y tiene frases muy citables, como la que titula este post: Perderse es la única manera de llegar a los sitios que valen la pena. No es tan original, pero es resultona y esto es, no lo olviden, periodismo de viaje.
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