jueves, 30 de octubre de 2008

Metafísica de la surada



Donde el autor, aprovechando el comienzo de la estación fría y la ausencia de daguerrotipos en las últimas entradas (de ahí la apariencia plomiza del cuaderno de bitácora), recupera, a capricho, una foto en la que se puede ver el Sardinero a través de unas extremidades inferiores, conectadas ambas, en el centro de la imagen, por una finísima línea azul, como un subrayado. Eso es el mar.

Los niños bien de las ciudades costeras de provincia tenemos una relación ficticia con el mar, que conocemos a través de la literatura, los museos oceanográficos y los largos paseos de sábado por la tarde y chocolate con churros.

Los niños bien de ciudades costeras crecen oyendo predicciones de vientos como partes de guerra. Con el viento sur, los ciudadanos se asoman a la bahía, se imaginan que son pescadores y dicen cosas como: está picada la mar, que es letra de bolero o de cronista de traineras. Los niños que contemplan la bahía en los días de viento sur, a través de los ventanales de una cafetería, pintarán luego en la escuela a una anciano de espaldas, detenido en el muelle, junto a un noray, sombrero ligeramente ladeado, la gabardina agitada por el viento y el mar geométricamente rizado con olas en forma de aleta de tiburón.

Mamá tiene jaqueca los días de viento sur.

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