Donde al autor, sin motivo aparente, muestra su preferencia por los trenes como medio de transporte, y no sólo eso, sino que afina tanto que elige incluso una franja horaria determinada, la madrugada, lo cual no es muy original, pero sí completamente comprensible; de igual manera que se entiende esa declaración de amor, tan poco noventayochista, a los campos de Castilla .
De todos los medios, los trenes y, si puedo elegir, de noche.
Soldados con metralleta abriendo a golpes la puerta de la cabina y pidiendo el pasaporte varias veces la misma noche, diferentes fronteras, de Praga a Budapest. He contado muchas veces esta historia, exagerando los gritos de los soldados, los tamaños de las metralletas y la espera del sello en el pasaporte. Y aún así, no conseguí llevarmelas a la cama.
Más despertares. Un grupo de adolescentes entran an las 6 de la mañana en mi vagón. Doblo, por pudor, mi saco de dormir. Me miran como a un vagabundo. Los miro como campesinos de entreguerras.
Una mujer a las dos de la madrugada. Empieza a tejer una bufanda y, por señas, me implora que no fume en el vagón. Salgo al pasillo. La odio profundamente. Prefiero fumar sentado.
Venezolanos sin visado abandonados en la frontera de Chequia con Eslovaquia a las 4 de la madrugada. “¿Pero si yo no quiero visitar su país de mierda, solo quiero llegar a Viena”.
Girona- Madrid: Menos mal que todos duermen y me dejan leer en silencio. Últimas páginas de Justine. A modo de epílogo nostálgico, vuelvo a leer el primer párrafo y la contraportada. Ocurre algunas veces.
Talgo, invierno, nevada, tren detenido. La meseta castellana es la estepa rusa. Aunque en la oscuridad del cine a ninguna niña castellana le diera por buscar al doctor Zhivago en las eras del abuelo.
1 comentario:
Loco, que divino todo. Te leo acá y no en la revista.
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