martes, 1 de septiembre de 2009

La bahía tardará 15.000 años en vaciarse, y eso si no llueve

Donde el autor... su abuelo le contaba de pequeño que unos camiones estaban vaciando la bahía para llevársela a Madrid y el autor hacía como que no se creía la historia, pero siempre que pasaba por Puerto Chico echaba una mirada al mar, por si acaso.

Nunca pensé que toda el agua de la bahía pudiera caber en una docena de camiones cisterna de leche Pascual. En verdad fueron once, porque uno de ellos se precipitó por el Puerto del Escudo cuando conducía hacia Madrid durante uno de sus viajes de descarga. Era un método lento, pero muy sencillo y exquisitamente gradual, de tal manera que todo el mundo pudiera asimilar a pequeños sorbos el cambio tan radical que iba a experimentar la ciudad.

Así se desactivó cualquier conato de subversión, porque pasados varios meses durante los cuales el nivel del mar apenas había descendido el equivalente a una uña de pie, todo el mundo se olvidó de la bahía, incluso las cartas al director del Diario Montañés que, después una dura campaña otoñal, volvieron a versar sobre el color de las estatuas, la calidad de los fuegos artificiales y la necesidad de arreglar el trazado decimonónico de los céntricos jardines.

En vez de criticar, la gente prefirió especular sobre el futuro de la bahía vacía. ¿Qué hacer? ¿Un parque, un complejo de museos, una pista de atletismo, el nuevo estadio del Racing, un Gugenheim que eclipsara al de Bilbao? Dejarlo vacío sería lo más sensato y también lo más evocador, sugirió un visionario subinspector de hacienda, imaginaros las vistas de un inmenso valle lleno de esqueletos de barcos pesqueros, veleros, 49ers, pedreñeras, motoras, remolcadores, hasta donde alcanza la mirada. Y al notar que la gente del bar le escuchaba, que incluso la chica de la esquina dejaba la página del periódico en suspensión, el subinspector prosiguió desvelando el futuro: quienes infrinjan la ley serán ahogados en el acuario del museo oceanográfico. Hay que sacralizar este espacio, convertirlo en una visión fantasma. Los turistas vendrán atraídos por el vacío, el morbo y el miedo. Y se harán la pregunta inevitable ¿te imaginas la bahía llena de agua? Y se la imaginarían, y esta imagen les estremecerá.

Al cabo de unos años la gente se cansó incluso de imaginarse cómo sería el futuro. Los camiones cisterna de Pascual, detenidos en el muelle, formaban ya parte del paisaje de la bahía, como las estatuas de los Rakeros, la grúa de Piedra y Peña Cabarga (o lo que quedaba de ella) a lo lejos. El nivel del agua descendía a ritmo geológico y las lluvias deshacían constantemente el trabajo realizado. Finalmente un ingeniero demostró con una sencilla formula matemática la imposibilidad de vaciar la bahía con la única ayuda de 11 camiones cisterna. La bahía tardará 15.000 años en vaciarse, y eso si no llueve, tituló, demoledor, el Diario Montañés al día siguiente. El director del proyecto dimitió, el plan se suspendió por falta de fondos, los camiones regresaron a Madrid y el subinspector de hacienda perdió la vista.

Ahora los paseantes se asoman a la bahía, en donde flotan barcos pesqueros, veleros, 49ers, motoras, remolcadores y pedreñeras hasta donde alcanza la vista y se hacen la pregunta inevitable: ¿te la imaginas vacía? Y se la imaginan. Y esa visión les estremece.

p.d: no tengo ninguna foto de la bahía vacía. ¿Alguién me presta un dibujo?

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