viernes, 25 de junio de 2010

los portugueses hablan como los rusos

Donde el autor abandona las traineras y aprovechando los desechos del reportaje que está escribiendo para la revista que le da de comer, ensaya una crónica cara B de su último viaje al Algarve portugués, centrándose en los tiempos muertos, las frases oídas al azar y de fondo, el glorioso mundial.

El comienzo del partido entre Portugal y Costa de Marfil nos sorprende en algún punto intermedio entre España y Portugal. Navegamos por el Guadiana, aunque F, el fotógrafo no termine de creerme e insista en el Guadalquivir. A un lado, Alcoutim; al otro Sanlúcar del Guadiana, donde es una hora más tarde. Estamos atrapados en mitad de un huso horario y el barco se ha quedado sin gasolina. Miro a los pueblos blancos de ambos lados por si de alguno de ellos saliera un grito de gol. Silencio. Empate a cero, sobremesa con calor. A ambas orillas se distinguen, de vez en cuando, unas hermosas casas blancas, con sus propios embarcaderos, compradas por los ingleses cuando no costaban nada, me explica el barquero Rafa, seguidor del Recreativo de Huelva, con una mezcla de envidia y admiración por la capacidad previsora de los europeos del norte.

Luego la conversación gira en torno al tema estrella de la frontera: las historias de los contrabandistas, de la nostalgia del café y el tabaco, antes de que la entrada de ambos países en la Unión Europea hiciera inútil el tráfico de mercancías. Ahora es mejor con Marruecos. Mejor mercancía y no hay peligro de que entren en la Unión Europea. Seguimos el curso del río en dirección norte y llegamos al Puerto de la Laja; desde lejos parece un fuerte abandonado, pero se trata de los restos de un puerto en donde los trenes procedentes de las minas de Tarsis descargaban los minerales (perita y cobre) a los barcos de Sevilla. Ahora no hay calado suficiente para ese tipo de barcos, se resigna Rafa. Ni grandes barcos, ni contrabandistas.

A veces es difícil comprender las historias que cuentan los guías. Por idioma y por cansancio, o porque a mi me cuesta mucho sintonizar historias ajenas y cuando quiero prestar atención ya es demasiado tarde y no comprendo nada, y me da vergüenza pedir que empiecen de nuevo desde el principio. Conduce la guía, una portuguesa frágil, rubia, de asombrosos ojos azules y misteriosamente anodina. Lo más parecido a la euforia, a esa complicidad que a veces se establece entre extraños fuera de lugar, más aun cuando comparten diez horas seguidas de viaje, se produce después de adelantar a un coche en línea continua ante la mirada melancólica de un guardia de tráfico. Por alguna razón, el descubrimiento del agente nos provocó un ataque de risa a los tres, pero luego desapareció sin dejar rastro, como si alguien hubiese cerrado la ventana. La lánguida guía portuguesa me explicó algo de una amiga bióloga a la que encargaron realizar un estudio sobre los anfibios atropellados en las carreteras del Algarve. Y ella le acompañó una noche, conduciendo despacio a orillas del Guadiana en busca de anfibios muertos, y la imagen me pareció un buen comienzo para el día en el que los hermanos Cohen se decidan a rodar una musical en Portugal. La escena, con retoques, sería igualmente útil para un fantasía esquizofrénica de David Lynch. Dos chicas contando anfibios muertos de noche por las carreteras de Portugal. La banda sonora podría ser Maria Albertina, de Antonio Variaçoes, versionado por Humanos, a quienes escuchamos en el coche mientras atravesamos pueblos que se llaman Laranjeiras y Guerreiros, leemos carteles que anuncian Academia do Intelecto y comemos pegajosos bizcochos de canela. Portugal O- Costa de Marfil.



 En las horas previas al España-Suiza paseo por Tavira, un pueblo al que una revista de viajes no dudaría en definir como la Praga del Algarve y escucho a una cubana muy delgada gritándole a su teléfono movil, junto a una iglesia blanca: no le hagas caso, cuando toma le llevan los dominios. La nueva guía, hiperexcitada y gritona, levemente rechoncha, dice que una vez acompañó a un ministro de finanzas ruso que terminó comprando todas las bragas y vajillas de Portugal. Luego me recomienda encarecidamente ir a visitar las im-pre-sio-nan-tes (pronunciado así, en mayúsculas y con largos intervalos exclamativos entre sílabas) pirámides de Egipto realizadas con arena de playa en un parque situado en las montañas. Puestos a delirar, no me extrañaría ver aparecer un golem con espinas modelado a base de brandada, a Graham Greene acodado en el mirador del hotel ...no recuerdo el nombre del hotel, yo mismo resbalando por las escaleras del castillo, un terremoto.

En la isla de Culatra, en pleno Parque Natural del Ria Formosa, está prohibido construir hoteles. Solo pueden vivir en ella quienes posean una licencia de pesca. Las casas, construidas sobre la arena, son solo de un piso. Aunque imiten la tipología de las antiguas casas de pescadores, lo cierto es que abundan las fachadas con ese alicatado barato y estridente, tan ibérico, que se extiende desde el puerto de Sagunto hasta las vivienda neorurales de los ganaderos postmodernos de Cantabria y Asturias. El pueblo isla, la república de pescadores, está lleno de bares y en todos ellos se retransmite el Brasil – Corea del Norte. Los hombre beben cerveza, las abuelas charlan alrededor de mesas de plástico en sus terrazas y los niños pescan y se bañan a la entrada del puerto. Hay viveros de almejas y ostras francesas para exportar y ostras portuguesas para los portugueses. La guía me señala pájaros en el aire. Posteriormente, por una serie de extrañas casualidades acabaremos en un banco de arena en mitad de la ría (como Maldivas, en optimista apreciación de F), haciendo fotos a un grupo de chicas con vestidos blancos y diademas hippies que se mueven en coreografía de anuncio de compresas, corriendo descalzas hacia una manada de pájaros, bebiendo champan al atardecer, girando como peonzas con las manos entrelazadas.

Las relaciones públicas del hotel ha quedado a cenar con nosotros en el bar playero de ambiguo estilo ibicenco, con la molestia añadida de que el altavoz junto a mi silla taladra música chill out en mi oído. Imposible escuchar el mar. Uno nunca sabe cómo ha llegado a una de estas cenas de compromiso que no apetecen a nadie. La relaciones públicaS se ve obligada a invitarte a cenar y tú te ves obligado a aceptar, aunque lo más civilizado hubiera sido no preguntar o responder, no gracias, estamos muy liados. Sin embargo, la cena es relativamente satisfactoria.

La relaciones públicas, admiradora de Telva y de la figura femenina liberada que proyecta Telva (sic), responde a mi protocolaria pregunta de si conoce Madrid con un emocionado recuerdo a “un lugar muy espiritual con un gruta”. Tiemblo. ¿El Valle de los caídos? Si, el valle de los caídos. Le explico algunas detalles del making of del templo. Luego dice que en una ocasión, un taxista sevillano les confundió a ella y a una amiga, con turistas rusas. Buen golpe. Risas. Pero a ella no le extraña tanto porque, añade, “es verdad que el portugués hablado rápido se parece al ruso”.

La relaciones públicas, que es alta como una modelo rusa, interrumpe la cena misteriosamente y acude al hotel. A su regreso nos explica que ha tenido que hacer frente a un motín de golfistas ingleses borrachos atrincherados en el hall. El altavoz sigue emitiendo música chill out con mensaje, de hecho ahora se escucha una voz alucinada que recita unos versos enunciativos del tipo “la vida es espiritualidad, alegría y sufrimiento”. Un camarero rebozando lorzas en una camiseta ajustadísima se interesa por el estado del bacalao. Muy salado, le decepciona F.

Paseo solitario por la marina del pueblo, lleno de restaurantes, pubs ingleses y tiendas de Cristiano Ronaldo, antes de regresar al hotel, desplomarme en la cama de las Cien Almohada Gordas y Mulliditas, encender la tele, escuchar en la TV gallega a una mujer explicando la fraternidad celta y atlántica entre Bretaña y Galicia, repasar el rebote infinito del balón jabulani entre culos y cejas rotas en el gol de Suiza a España, y emular a Baudelaire en versión oficinista de viaje de trabajo con una misteriosa anotación en mi cuaderno verde: “un oasis de aburrimiento en un desierto de rutina”. Otra anotación: un adolescente de Olhao, aprendiz de escritor, impresionado por el realismo sucísimo de Trilogía de la Habana, de Pedro Juan Guitérrez, decide abrirse un blog en el que narra sus experiencias sexuales con las turistas inglesas más tristes, obscenas y feas que caza en los karaokes de la marina de Vilamoura.

Almejas con mucho ajo en una playa de la costa Vicentina. Hace frío fuera, sopla el viento, marca México contra Francia y todo el bar lo celebra: la familia alemana de la mesa de al lado, la camarera portuguesa, los periodistas españoles. Suena Abba en el coche de regreso a Aljezur, donde nos espera una pensión de cortinas rosas, lámparas de imitación de Lladró, orinal en el armario, vistas al océano. En el bar de abajo, Don Antonio me sirve cervezas, me habla de Mourinho y me pregunta con naturalidad si se pueden comprar las recomendaciones de los hoteles en mi revista. Le miento y le digo que no.

Al día siguiente ceno con varias estrellas michelin rodeado de mi fotógrafo, el responsable de turismo, el relaciones públicas del hotel, que parece el guardaespaldas ucraniano de un mafioso ruso y que se dirige a nosotros como un broker paranóico susurrando crashes, y un holandés de 75 años sin lengua y con el labio superior hinchado, quien todavía sigue soñando con sus pipas y sus cigarros. La cena transcurre con normalidad. El responsable de turismo inicia una previsible disgresión sobre vinos. Se va calentando hasta que termina recitando una ampulosa declaración de odio a los vinos franceses. Grita, amenaza, ensaya asombrosas y escatológicas metáforas, en un tono de fingida indignación les llama estafadores, ignorantes, ladrones y celebra el nacimiento de una nueva Era de los Vinos, en donde nadie beberá vino francés y Portugal será campeón del mundo y los holandeses sin lengua podrán volver a fumar en pipa. En la pantalla, Inglaterra no pasa del empate a cero ante Argelia.


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sábado, 12 de junio de 2010

Making of - Bandera sotileza

"¡ Jesús y adentro!, cuadro de Fernando Pérez de Camino (1859-1901) , pintor cántabro costumbrista, del círculo de Pereda. ¡Jesús y adentro! era la frase-plegaria que acompasaba los remos de los pescadores santanderinos en el instante mismo de pasar “la barra”con temporal, para abocar al Puerto". Leído en artículo de Carmen Gozalo de Andrés.


Donde el autor fabrica un resumen low fi de la bandera Sotileza, cada vez más devaluada, gracias a los cambios de reglamento, cambio de fechas y ausencias de última hora de algunas de las traineras favoritas, como Astillero y Castro. Menos mal que siempre nos quedará Pedreña, la isla de Mouro y los remeros portando traineras al hombro como costaleros de Semana Santa.


Lo cierto es que, fuera de cuatro pueblos costeros, ya casi nadie sigue las traineras en Cantabria, si no es para criticar a los vascos, que lo mismo "nos roban el Ave que la bandera de la concha o te ponen una bomba", reza el zeitgeist de inferioridad local.

Lo cierto es que mis amigos me miran raro cuando les cuento que he venido desde Madrid solo para ver una regata que ellos ni siquiera sabían que se celebraba.

Lo cierto es que la organización es demasiado amateur incluso para una deporte tradicional. Atentos a ese hombre de coronilla blanca, que dirige la orquesta con un móvil y un megáfono, atentos a esa cuenta atrás coral, a esas intrucciones, pedro, pedro, dile al patrón que todos por detrás de los jueces, y otras frases que no se oyen en el vídeo como:"cruz roja, detenga a ese barco" o "Camargo, vuelve". A bordo del barco de prensa fletado por la federación de remo cántabra, cuyo presidente es el hombre del megafono y las frases contundentes, navegan un puñado de invitados y fotógrafos y el presidente del parlamento regional. A bordo del barco, una pedreñera roja como las que cruzan la bahía, apenas se habla de traineras, sino más bien de piratas somalíes, exactamente de cómo es posible que un puñado de piratas somalíes aborden un pedazo barco como ese (y señalamos un carguero flotando en el Sardinero) desde un barco pequeñito como éste (y nos señalamos a nosotros mismos).

Aun desde un barco de prensa es difícil ver una regata de traineras, pero eso es tema para otro post. El recorrido de la regata es desde Cabo Menor hasta la Grúa de piedra. Toma el nombre de la novela costumbrista de José María Pereda, Sotileza, en uno de cuyos pasajes más famosos una trainera de pescadores regresa milagrosamente a puerto huyendo de una galerna. En este pasaje, el viraje de la punta de la Cerda, en la península de la Magdalena, es el símbolo de la salvación. En la regata del mismo nombre es el punto en el que suelen producirse abordajes entre traineras, que buscan el mismo ángulo al mismo tiempo, con el consiguiente choque de remos. El espectador disfruta, los jueces de mar se vuelven locos descalificando a las traineras sin saber muy bien quién atacó a quién, los aficionados de las traineras descalificadas se indignan e insultan a los rivales y, en ocasiones, los remeros de las traineras descalificadas, más expeditivos que sus seguidores, suben a la tribuna de autoridades, hacen un calvo al respetable, roban la bandera y se fugan a su pueblo. En esas ocasiones interviene la Guardia Civil que, días después, asalta la sede de la trainera y recupera la bandera. Todo esto está documentado y ha ocurrido en los últimos años.

Sin embargo esta edición es triste. La diferencia entre Pedreña y los demás rivales es tan grande que es imposible que se produzcan abordajes en la punta de la Cerda. No hay tensión. Nadie mira cronómetros comparando tiempos entre tandas. Faltan seguidores rojos y azules en el muelle de la Bahía. El mar está demasiado tranquilo. Hay un viejo que no para de hablar y de agarrarme por el hombro y aquí fuera en el mar, pega frío. Pero no importa, estoy en una pedreñera roja siguiendo a la trainera de pedreña negra y a la derecha el sardinero, a mi espalda cabo menor, de frente la península de la Magdalena y la isla de Mouro y más adelante el Puntal, Peña Cabarga y otros universos. Pedreña celebra tímida la victoria, ondeando la bandera. Por el muelle pasean viejos con pantalones vaqueros, camisas de cuadros por dentro, portando pequeños paraguas como si fueran bastos. Una familia de turistas rubios mira a los remeros sin comprender nada. Mira sin pasión, ni indiferencia ni fastidio. Solo mira. Los remeros de Camargo se echan la trainera al hombro y caminan en silencio. Al darle la vuelta, de la trainera cae una botella de agua de Solares que rueda hacia la bahía. Suena la megafonía: "delegado de Colindres, por favor, acuda a tribuna".

p.d: con cierto ánimo pedagógico expliqué hace tiempo algunas cosas sobre el mundo de las traineras. Puedes leerlo aquí


miércoles, 2 de junio de 2010

Rimbaud, cadáver exquisito



Donde el autor crea un cadáver exquisito con las frases subrayadas a lápiz en el libro Cartas abisinias, escritas por el poeta Rimbaud entre 1880 y 1891, mientras intentaba hacer fortuna con diversas empresas comerciales a lo largo del Mar Rojo y Etiopía. Es un libro asombroso, recientemente editado por Ediciones del Viento, que reúne las cartas enviadas por el poeta a su familia y socios comerciales. Son cartas a ratos anodinas y convencionales, llenas de formulismos, plagadas de referencias a indemnizaciones y matrimonios, trámites burocráticos y disputas comerciales; cartas llenas de números que registran inversiones, cargamentos y temperaturas insoportables; cartas llenas de proyectos poco realistas y sueños de una vida burguesa en Francia. Gravemente enfermo, el poeta regresará a Francia, donde se le amputará la pierna infectda y donde morirá, a los 37 años, a las 10 de la mañana el 10 de novimebre de 1891. Lo que sigue a continuación es una deconstrucción de sus diarios utilizando solo frases textuales del libro que fui subrayando y convirtiendo luego en versos. He intentado respetar el orden cronológico, es decir, el orden de aparición de estos fragmentos a lo largo del libro, con la intención de transmitir la evolución de los negocios, cuitas, anhelos y miedos de Rimbaud.

Le ruego me envíe, lo antes posible, las siguientes obras que figuran en su catálogo
 
Tratado de metalurgia
Hidráulica urbana y agrícola
Comandante de navíos de vapor
Arquitectura naval
Polvos y pólvora
Minerealogía
Albañilería
Libro de bolsillo de carpintero


¿Existe un arma especial para cazar elefantes?
¿Su descripción?
¿Sus recomendaciones?
¿Dónde se puede encontrar?
¿Su precio?

[El cazador de elefantes que nos enviaron de Adén caracolea indefinidamente por las gragantas del Darimont

y provocaba
sospechosas sesiones geodésicas
retorciendo sextantes
a lo largo de toda la ruta]

Que desoladora existencia
arrastro bajos estos
climas absurdos
en condiciones tan insensatas

siento que me estoy volviendo
muy viejo
y muy deprisa

oficios idiotas
compañías de salvajes
o imbéciles

países horribles
negocios deplorables

[Tengo una excelente reputación
que me permitirá ganarme la vida
convenientemente]

para casarse hacen falta rentas
y esas rentas
yo no las tengo

compro cantidad de otras cosas
gomas
inciensos
plumas de avestruz
marfiles
pieles
clavo
etc

Quizás nos bombardeen proximamente

adén es el cráter
de un volcán apagado
con el fondo lleno
de arena del mar

abisinia es delicioso
no hace ni frío
ni calor
abisinia es la suiza africana
sin inviernos
y sin verano

Me llegan miles de fusiles de Europa
voy a formar una caravana
y a llevar esta mercancía
a Ménélik,
rey de Choa

[no vayan a pensar que me he convertido en tratante de esclavos
las mercancías que importamos son fusiles]

60.000 cartuchos Remington
a 60 dólares el millar
3.600 dólares

contratiempos increíbles
paciencia infinita

cansancio inimaginable
privaciones abominables

no puedo volver a Europa
tengo mucho miedo del frío

[querríamos crear una raza superior de asnos
¿dónde se invierten los fondos para una renta vitalicia?
¿cuál sería su interés?
¿podrían darme el nombre de los mejores fabricantes de telas de Sudán?]

el señor cónsul de Francia
puede informarle
de mi honorabilidad
y de mi conducta
en general

oro
nuez moscada
marfil
café
etc

y las varices
se han complicado
con un reumatismo

Mi querida mamá:
hazme un favor
cómprame tú
unas medias para las varices
para una pierna
larga
y delgada
el número de pie
es 41
creo
que no son caras
además
te las reembolsaré

desde que le enseñé mi rodilla
el doctor inglés chilló
enseguida habló
de cortar la pierna
soy un verdadero esqueleto
doy miedo

Las medias ya no sirven para nada
en algún sitio las revenderé

Le saludo de todo corazón

Señor Arthur Rimabud
Hotel del Universo,
Adén



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