jueves, 18 de junio de 2009

Putas, popetis y croquetas


Donde el autor encuentra la guía de viajes que a él le hubiera gustado escribir. Y por lo tanto la recomienda con el mismo fervor con el que sus creadores recomiendan croquetas, bares y paseos marítimos madrileños.

No me gustan las guías de viaje, ni las revistas de viajes, ni los foros de viajeros, ni los blogs que ofrecen prolijas crónicas de párrafos interminables y prosa de cemento armado.

Están las guías clásicas tipo Lonely Planet, útiles y mortalmente aburridas de leer. Además todo lo que tocan lo masifican. Las del País Aguilar, con sus coloridos palacios y plazas en tres dimensiones despiezadas como una vaca de carnicería, son amenas y un punto superficiales. Entretienen y abren el apetito, pero no alimentan. Están las Wallpaper City Guide, con mucha predicación entre los viajeros snobs, a ser posible arquitectos. Me gusta el formato de cuaderno de apuntes de bolsillo, sus minimalistas portadas a dos colores, pero lo cierto es que su contenido es más previsible de lo que su formato promete. Mis preferidas son las de Time Out, que muestran virtudes tan desconocidas en el periodismo de viajes como son la ironía y el espíritu crítico. Podría seguir, pero no sigo.

Y están las guías lecool. El nombre, que suena a discoteca pretenciosa de provincias, me asustó un poco al principio, pero me bastó una primera ojeada al pequeño volumen amarillo para comprender que aquello era algo diferente, lo más parecido a mis fallidos proyectos empresariales de sobremesa. Lecool nace en 2003 como una agenda digital barcelonesa. Y posteriormente comenzaron a editar guías sobre Amsterdam, Barcelona, Estambul, Lisboa, Londres, Milan, Roma y Madrid, que es la que ahora tengo entre manos, la única de la colección escrita en español.

No es exactamente una guía de viajes, no está dedicada a turistas, sino a madrileños, y no está (o no parece) escrita por periodistas de viajes, sino por un amigo que te recomienda por teléfono o por e-mail las claves de su última noche de cañas. Las reseñas son breves, certeras y subjetivas. No tiene precios, ni índice. No tiene mapas. Sí numerosas ilustraciones y pocas fotos, como la del plato de croquetas que encabeza el artículo. Cabe todo, desde el Palentino de la Calle del Pez a los cocidos del Lhardy, los iconos pop, las putas de la calle Desengaño, los restaurantes chinos subterráneos, los vegetarianos ecológicos y los templos de fritanga y servilleta en el suelo. En el prólogo de la sección 'beber' no afirman que “Madrid nunca duerme”, sino que “en Madrid no hay donantes de hígado”. Todo se resume en la siguiente máxima: “we don't care about the hippest or the latest” . También dicen los creadores que esta guía te “regala posibilidad de cambiar tu Madrid y así también cambiar tu vida”. Un poco excesivo. Un poco demasiado. No pido tanto, me conformo con que editen mi propio monográfico de Madrid.

Publicado en soitu.

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