jueves, 27 de noviembre de 2008

Como plagiar a Juan Marsé

Donde el autor, y sin que sirva de precedente, toma el hilo de la actualidad para celebrar la coronación de un escritor con cara de boxeador y pulso de maestro relojero, justo dos días después de que el Premio Nacional cayera, y no lo suficientemente fuerte, sobre la cabeza de un exiliado con cara de "intelectual isobornable" y pulso de inquisidor con resaca. Pero por el camino el autor se pierde para recordar, sin rubor, los años en los que él quiso ser y no pudo ser Juan Marsé.

Primero, una cita de autoridad (Vázque Montalbán)para presentar al premiado: "Jamás posguerra alguna ha tenido mejor poeta sin escibir un verso".

Segundo, una ausencia y un lamento: Entre todas las películas que, previsiblemente, programará TVE las próximas semanas para celebrar con imagenes los libros de Marsé, faltará la versión de El Embrujo de Shanghai, que Víctor Erice no pudo rodar por desavenencias con el productor Andrés Vicente Gómez. La película la rodó Fernando Trueba, ignoro con qué resultado.

Tercero, elogio de una obra aparentemente menor del autor, Ronda del Guinardó y de su protagonista, el comisario franquista con ardor de estómago (cito de memoria, tal vez fuera otra dolencia). Ver punto cuarto

Cuarto, una confesión: no se si es mi escritor preferido, pero sí es al que más he imitado. En mi borrador adolescente de posguerra santanderina, el capitán Blay se llamaba General Katiuska y se pasaba las tardes en la cafetería del balneario del Sardinero mirando el horizonte en busca de barcos imaginarios que vinieran a rescatarlo. Otros personajes: un periodista falangista y nihilista al que mandaban desde Madrid para escribir sobre la aparición, en la playa, de una enorme ballena varada, cuyo olor putrefacto percibe con desagrado desde el momento en que, en la primera escena de la novela, baja del tren fumando y lamentado su suerte por acabar en una ciudad que parece una ciudad de provincias de mierda. El personaje tiende al gris según avanza la historia, emulando la sutileza y los matices del comisario franquista con ardor de estómago (ver punto tercero). El protagonista, el hijo de una cocinera del balneario, cuyo padre había desaparecido en la guerra (o no, no se sabía, tal vez había muerto o se había fugado a Francia en un barco pesquero; era tan misterioso que no lo sabía ni el autor), se enamora de una chica mayor llamada, desconozo el motivo, Susana. Alta, morena, con carnes. Él y Susana protagonizaban el clímax de la novela: un baño en invierno, ambos vestidos, golpeando las olas con un paraguas roto (ver Como plagiar las primera páginas de Rayuela). Ese era mi espisodio preferido. Lo escribí, reescribí y recité en voz alta con grandes esperanzas. Para su adaptación cinematográfica, confiaba en la fotografía de Ojos Negros, de Nikita Mikhalkov. Luego estaba el amigo loco que confundía la guerra civil con las campañas de Napoleón y que acababa en un psiquiátrico. Estaba también la lluvia, un alcalde mafioso y camareros que servían con diligencia las mesas redondas con vistas al mar. Banda sonora: Vals triste, de Jan Sibelius. Si, cuando escribía novelas ya pensaba en sus adapaciones cinematográficas (ver punto quinto).Hubiera matado por poder plagiarle un título. Miren cómo suenan; La oscura historia de la prima Montse, Últimas tardes con Teresa(regalo de Gil de Biedma), Ronda del Guinardó (ver punto tercero), Si te dicen que caí (ver punto quinto).

Quinto, cita del propio autor homenajeado, extraído del prólogo de Si te dicen que caí, una de las pocas obras que no he leído de Marsé y, paradójicamente (o no) la única que tengo ahora mismo al alcance de mi mano:
"Escribí esa novela convencido de que no se iba a publicar jamás...Así pues, sumergido en una desesperanza oceánica, me lie la manta a la cabeza y por primera vez en mi vida empecé a escribir una novela sin pensar en la reacción de la censura ni en los editores ni los lectores ni mucho menos en conseguir anticipos, premios o halagos"

Que es como se debería escribir siempre.
Obviamente, no es mi caso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez me acostaré antes. Mi sueño es inspirador para los dos. Siento apropiarme de algo que seguro llevas dentro desde que eras un adolescente vestido de negro en una ciudad de provincias, que no es de mierda.

Anónimo dijo...

Yo quiero ver y conocer esa bella ciudad de provincias. Por cierto que he visto ciudades de provincias y, si Santander lo es, desde luego es de las más bellas. Así pues, ¡escribe ese libro!

P.D. Va en serio. Escríbelo. Si yo tuviera historias así en la cabeza lo haría (ojalá las tuviera).

S.

Ambrosius de Königsberg dijo...

Si yo tuviera tiempo...

Menuda excusa