lunes, 10 de noviembre de 2008

Duelo interpretativo en Varsovia




Donde el autor, después de casi una semana sin actualizar su blog, se obliga a sí mismo a escribir un post urgentemente y, tras desechar varias ideas aparentemente interesantes (una reseña de Esto es nueva York, E.B White, ed. Minúscula, o un viaje a las ex repúblicas soviéticas de mano del Imperio, de Kapucinsky, y de las fotos de Jonas Bendiksen) opta por recomendar un artículo leído el domingo en El País, que puede interpretarse en clave de novela de espías, drama psicológico, duelo interpretativo o arriesgado experimento formal merecedor de un Goya. Como está ambientada en Varsovia, la ciudad más evocadora del planeta, lo incluyo, sin rubor, en esta suerte de blog de viajes.



La historia puedes leerla aquí
, pero yo te la resumo: después de la Segunda Guerra Mundial, el líder de la resistencia polaca, Kazimierz Moczarski, es encarcelado por los comunistas en la misma celda que Jürgen Stroop, el nazi encargado de la destrucción del Gueto de Varsovia.

De aquella convivencia surge el libro Conversaciones con un verdugo, escrito por el propio guerrillero, de profesión periodista. Hablan de mujeres, de cotilleos sobre jerarcas nazis (Himmler vomitaba en el avión), de la Antártida (Stroop no había oído nunca hablar de aquel lugar) y de recetas para genocidios (“Una tarde revela candorosamente en la celda el plan que urdió para eliminar a la población sobrante de Ucrania: el genocidio por vodka, habituarles a la bebida hasta exterminarlos”). El artículo se lee como una novela; la historia pide a gritos una adaptación cinematográfica. Podría ser:

- Un arriesgado experimento formal merecedor de un Goya: El espectador ve la celda por un teleobjetivo a través de los barrotes. Sin sonido. Intuimos la conversación entre el guerrillero y el nazi, pero no podermos oírles. Lo que dicen no es importante, porque el objetivo del director es mostrarnos la “realidad desnuda”. “Me interesaba la tensión dialéctica, el enfrentamiento mitológico entre dos rivales; no quiero juzgar a los personajes, he intentado abordar la historia sin prejuicios”, declara el director en una entrevista con Cayetana Guillén Cuervo, a quien esta noche se le adivinan los pezones bajo la blusa, para satisfacción del cinéfilo exhausto.

- Duelo interpretativo: Tom Cruise, tras interpretar, en Valkiria, al coronel Claus Von Stauffenberg (que organizó la conjura para matar a Hitler), repite rol libertario y da vida al joven guerrillero. Ben Kinsgley, por el contrario, cruza de acera y, cansado de su papel de judío entrañable en la Lista de Schindler, decide hacer de nazi.
La crítica lamenta el exceso de escenas de acción. El escándalo, empero, salta cuando un blogero de Philadelfia descubre que en los 35 minutos de persecución por el gueto de Varsovia se han intercalado escenas de Corrupción en Miami. Al hilo de los acontecimientos, Buenafuente escribe su monólogo mas inspirado. Sin embargo, hay partes de la película que se salvan: los flashbacks a cámara lenta y tonos saturados en los que el guerrillero recuerda las tardes de primavera en el campo en compañía de su novia, montada en un columpio, entusiasma a los admiradores de La Delgada Línea Roja, quienes, crecidos por la concesión del Nobel de literatura a Milan Kundera, logran que Ben Kingsley sea nominado al Oscar como mejor actor secundario, aunque ahora que lo pienso, tiene bastantes más minutos de metraje que Tom Cruise.

- Película de espías: Al final de la película, que descansa en unos acelerados e ingeniosos diálogos y en la barroca luz cenital que se cuela por la ventana de la celda, se descubre que el nazi no es un nazi, sino un agente de la policía secreta comunista y el guerrillero tampoco es guerrillero, sino un nazi que, para salvar la vida, se inventa una identidad falsa. La película se rueda en el Penal del Dueso, en Santoña y los exteriores del gueto de Varsovia en Santillana del Mar. El Gobierno regional subvenciona la película con 10 millones de euros. El PP pide explicaciones en el Parlamento. El Racing golea, contra todo pronóstico, 5-0 al Futbol Club Barcelona. Horas después, una galerna sacude la costa.

- La HBO compra los derechos del libro y prepara una serie de culto: Dexter es el guerrillero; Tony Soprano, el nazi. Al final el espectador se siente culpable, porque se identifica más con el nazi que con el libertador. Tal vez por esta razón, el Gobierno israelí eleva una queja formal ante Barack Obama, cuya popularidad en Europa está por los suelos, después de la sangrienta invasión de Tayikistán; la comunidad judía pide el boicot, pero Woody Allen, que pone la voz en off de la serie, escribe en la tribuna libre del New York Times una encendida y hermosa defensa del parque de atracciones de Conney Island. Esperanza Aguirre prefiere no hacer declaraciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja... Doy 9,5 puntos a este post, con el que me he reído de lo lindo. El medio punto te lo quito por las alusiones a los Goya y a Cayetana Guillén Cuervo, que no están a la altura del presente blog.

Saludos from Seville ;)

Anónimo dijo...

Por cierto, cuando digo que no están a la altura me refiero a los Goya y a la perra de Cayetana, las alusiones en realidad me han hecho gracia jaja...

No quedaba claro según lo había escrito. Es que el cine español... ufff...

Más saludos from Seville ;)