jueves, 30 de abril de 2009

Garrapata Porcina











Donde el autor cuenta cómo después de una inocente visita a su médico de cabecera acaba encerrado en una habitación de hospital con vistas, vestido con un pijama de la sanidad pública, cuyo corte y confección le hizo acordarse de su abuelo, una mascarilla azul y mucho tiempo, exactamente al menos 48 horas por delante, para leer, dormir, tomar antigripales, tomarse la temperatura, hablar por teléfono con lejanas y simpáticas enfermeras y escribir cosas como esto que ahora escribo.

Volví de México el 11 de abril y el 17 del mismo mes me fui a Tokio, donde a los dos días empecé a sentir fiebre, fuertes dolores de espalda, piernas y brazos. El resto de la semana además de cansancio tuve escalofríos ocasionales. Todo esto se deba probablemente, o no, a la falta de sueño, a la acumulación de jet lag y a un ligero catarro.

Tengo una tía que una vez tuvo una garrapata, un bicho mucho más peligroso de lo que parece. El caso es que yo volví este lunes por la noche de Tokio con dos pequeños bultitos en el cuero cabelludo. Eché mano de mi mundo más cercano y me autodiagnostiqué, en un ejercicio de asombrosa imaginación, picadura de garrapata. De ahí mis fiebres japonesas, razoné.

A la mañana siguiente, martes, le conté todas estas cosas a mi médico de cabecera, quien tras ver algunas ronchas en mi espalda y escuchar atentamente lo que yo le contaba como una anécdota, es decir, mi viaje a México, decidió mandarme a urgencias para que me hicieran unos análisis.

El primer médico de urgencias me recibió con un punto de condescendencia como si yo fuera el típico paranoico asustado por las apocalípticas profecías de televisión, que no tienen nada mejor que hacer que colapsar las ya de por sí poco diáfanas urgencias. "Yo, doctor", quise contestarle, "he venido a hablar de mi garrapata".

Me mandó hacer unos nuevos análisis de sangre y me despachó con un "ya ha pasado demasiado tiempo desde que estuviste en México". Ahí hubiera acabado todo si no fuera por la enfermera que al sacarme sangre me preguntó qué me pasaba. Yo para entonces no tenía nada claro y le hablé de ciertas fiebres en Tokio la semana pasada y de mi viaje a México hace dos. Aquello fue como pisar el acelerador, aunque en un primer momento la cara de la enfermera marcaba 'pause'. Me miró muy sorprendida, balbuceó algo y rápidamente me calzó en la boca una mascarilla. Llamó al resto de sus compañeros que empezaron a preguntarme fechas de fiebres y fechas de viajes. Uno de ellos casi se desespera cuando empecé a hablarle de Tokio. Hicieron cuentas y dedujeron que mi primer acceso de fiebre tuvo lugar, por los pelos, dentro del plazo de incubación de 10 días. En aquel momento, aunque yo no lo supiera, acababan de activar el protocolo.

Dos chicos vestidos como cazadores de alienígenas me trasladaron en ambulancia al Hospital Carlos III. Yo conmascarilla, guantes azules, camisa de cuadros (soy de los que aún se viste de domingo para ir al médico) y revista de portada amarilla (un número atrasado de Etiqueta Negra que esa mañana me salvaría del aburrimiento).

Ya en el Hospital recibí el siguiente mensaje: "Tienes que quedarte cuarenta y ocho horas en el hospital, aislado en una habitación. No se pueden recibir visitas". Al ver mi rostro añadió: "Puedes irte claro, pero yo entonces tendría que dar parte al juez".

Luego una enfermera con gafas de ventisca volvió a sacarme sangre, esta vez por el brazo izquierdo y me metió diferentes palillos por la nariz y por la garganta. "¿Puedo ir al baño?", pregunté. "No", me contestaron. Luego se ablandaron y sí me dejaron ir al servicio.

Al rato vino otra persona a buscarme para llevarme a la que sería a partir de entonces mi habitación. Por el camino iba advirtiendo al resto del personal de la llegada del apestado. Tuve que esperar un rato en el ascensor mientras él, con medio cuerpo asomado al pasillo, les hacía gestos. Vi una pequeña biblioteca donde cacé al azar un par de títulos de Vázquez Montalbán. Pregunté si podía leer algunos de esos libros, pero me dijeron que no, "porque después de eso habría que tirarlos". Pedí cambio de un euro para ver la televisión de mi cuarto y me dijeron que no, porque no podían aceptar mis monedas.

Pero no puedo quejarme. Tengo una habitación para mí solo con vistas a las nuevas Torres de Plaza Castilla. El atardecer es precioso; las enfermeras, ruidosas y maternales.

En el baño hay un cartel que reza: "Uso exclusivo de pacientes", apreciación inútil en una habitación que no admite visitas y a donde sólo entran, muy de vez en cuando, envueltas en mascarillas y gafas, mis simpáticas enfermeras que me traen comida, Tamiflu, Xumadol y filetes rusos con tomate que me recuerdan a mi infancia. Además, no me riñen cada vez que soy incapaz de leer el termómetro, obligándolas a vestirse de nuevo para entrar en mi habitación. Parte de ayer, 37,7 grados. Hoy, 37.

Por fin llega el paquete de supervivencia de mi novia, a quien no puedo ver. Libros, revistas, cómics, una radio y, desconozco si por azar o por ironía, una camiseta en donde puede leerse en letras rojas sobre fondo gris: México Destroyers.

Antes de dormir me llega un sms de una amiga: "Dice Gabilondo que la gripe ha llegado a Asia".

Yo no he sido.


Publicado en Soitu.es

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero realmente nunca tuviste escurrimiento nasal, tos, etc?

Te hicieron la prueba de la influenza A?

Quiero saber pq yo tuve los mismos sintomas y sin mocos ni nada, igual que tu pensé en una garrapata. Pero aquí no hay.

Espero que estés muy bien.
Saludos

Ambrosius de Königsberg dijo...

Me han hecho las pruebas pero todavía no tienen los resultados porque los laboratorios de Majadahonda están colapsados. No he tenido apenas tos ni mocos (salvo la de un fumador). Lo único que sentí fue fiebre, escalofríos y dolores musculares.

isa dijo...

No sabes cuánto me he acordado de tí estos días, Ambrosius!! Reconozco, también, que unas buenas risas y unas cuantas conversaciones han sido a tu salud... pero viendo ahora que estás sano como una pera, sólo puedo decir que sigo envidiando tu viaje a México, y que espero que todo esto de la gripe sirva, al menos, para abaratar los vuelos a mi país favorito. ¡Tenemos que vernos!

María Hernández dijo...

Hola Ambrosius:

Acabo de leer un artículo en El País referente, creo, a tu particular odisea frente a la gripe, aunque citan como protagonista a un tal "E.S., periodista de 30 años" y yo solo sé que te haces llamar Ambrosius:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Fui/medico/ronchas/acabe/aislado/Carlos/III/elpepisoc/20090505elpepisoc_8/Tes

Me resultó raro el lenguaje que usaban en ese artículo, porque desentonaba mucho con el que has usado en SOITU para hacernos tu crónica y en la entrevista que concediste a Cadena Ser. Pero la historia es tan similar que no creo que exista otra persona con esos datos en el mismo sitio y por el mismo motivo.
Por eso me tomé la licencia de dejarles un comentario en la página del diario, pero...de momento, no lo veo "publicado" aunque lo he enviado dos veces. Pero te lo adjunto.

Comentario enviado a El País:
" ¿Éste es el mismo chico que publicó en SOITU la crónica de su internamiento? ¿aquél que viajó a México, luego a Japón donde tuvo fiebres y cuando volvió pensó que las "ronchas" eran por picada de garrapata y por éso fue al médico? De ser la misma persona, los artículos que publicó sobre su "particular gripe" no se parecen en nada a éste. No sé, tienen otro lenguaje menos "rebelde".
De hecho se le puede escuchar en una entrevista en Cadena Ser.
Ahí lo dejo... Uds. opinen. "

Eso era todo, en todo caso me alegro que estés libre de virus y ya puedas disfrutar de tu siesta.
Saludos,
María

Ambrosius de Königsberg dijo...

Isa: basta ya de terrazas de a 5 euros la consumición. La felicidad está más cerca de El palentino que de las azoteas pijas.

María: leí tu comentario en El País. No es que lo quitaran, es que tardan un rato en actualizar los comentarios. Es cierto que hay muchas coincidencias entre Ambrosius y el chico de El País. Y en cuanto a la diferencia de tono, me imagino que, en caso de que sea la misma persona, no es lo mismo escribir un texto propio que contarle el mismo relato a otro periodista. Y no creo que varíen mucho las dos historias. De hecho, Ambrosius también tenía ronchas en Soitu.

Anónimo dijo...

A mí también me da gusto que estés bien pero... ¿qué tenía Ambrosius entonces?. ¿Te hicieron más pruebas que no tuvieran que ver con influenza?.

Cuidate.

Karla dijo...

Hola,

Me dio gusto encontrar tu relato porque justamente no había encontrado ninguna experiencia personal acerca de la influencia. Mi familia está en México y parece que todo es una farsa... en ningún lado hay entrevistas con enfermos y las cifras son de un artículo al otro completamente diferentes... me parece que todo es un complot paraprovocar miedo a la gente (y así esconder muchas historias turbias del gobierno, c.f. la legalización de la droga, autorizacion de policias vestidos en civiles...) Qué piensas?

Karla dijo...

oops...
en vez de influencia quise decir influenza...
:)

Ambrosius de Königsberg dijo...

Hola Karla. Lo de la gripe me suena simplemente a exageración de las autoridades sanitarias mezclado con ánimo sensacionalista de periódicos y televisiones. No suelo creer en complots, porque eso significaría atribuir a los Gobiernos y empresas una inteligencia suprema de la que han demostrado carecer. Detrás de una supuesta conspiración no suele haber más que una gran chapuza.