lunes, 18 de enero de 2010

Odio eterno al fútbol moderno

Donde el autor se va de excursión un domingo por la mañana

El domingo de fútbol en Vallecas es un recurrente sueño indie. Por su horario insólito (a las 12 de la mañana, que obliga a un madrugón heroico) y por su carácter de excursión dominical, en vez de a la sierra, a un “auténtico” barrio obrero. El indie, criado y bebido entre orines y grafittis de Malasaña siente una irresistible Simpathy for the poor, the broken and the painted. Además, lo más importante, el detalle sin el cual toda mi anterior diatriba su derrumbaría en la nada, es el hecho de que las cañas son baratas y las tapas, aparentemente, más generosas que en el centro de Madrid, territorio abonado a la patata frita, el revuelto de kikos (los señoritos del norte preferimos decir maicitos) y a las contradictorias cortezas de cerdo que solo de mirarlas dan ardor de estómago sí, pero también promesa de grasa crujiente.

Desde lo alto del estadio del Rayo Vallecano se obtienen una de las mejores vistas de Madrid. En concreto desde los vomitorios exteriores de las tribunas laterales. Entre el público hay una proporción de chándales inimaginable en otros templos como el Bernabéu. Ambiente de campo inglés, fina lluvia horizontal en la segunda parte. Entre los cánticos de los bukaneros, que así se llaman los ultras del Rayo, hay odas al porro, llamamientos a la revolución, pim, pam, pum, juramentos de fidelidad eterna, deseos de matar a un ultrasur, pero, por encima de todo, un extraña declaración de principios nunca antes oída en un campo de fútbol. Dice así, textualmente: “odio eterno al fútbol moderno”. La proclama es recogida con regocijo por unos tipos infames.

El equipo visitante era de altura: el Hércules de Alicante, lider de la segunda división. La cosa sucedió más o menos así: baile de goles, 7 de ellos en la segunda parte, remontada del Rayo (de 0-2 a 3-2), remontada del Hércules (de 3-2 a 3-4), empate agónico del Rayo (4-4) en tiempo de descuento, cantado por el speaker con un bíblico: “no era justo, no era justo, por fin se hizo justicia”. Sentimientos encontrados en la afición local que, bajando por las escaleras del estadio, se debate entre la rabia de dejarse remontar un partido milagrosamente remontado y la satisfación final de empatar milagrosamente un partido que te acaban de remontar.

Después del partido, un malagueño, un alicantino y un santanderino descienden por la avenida de la albufera, que cae hacia Madrid con una inclinación leve pero infinita. Bien sabe el viajero que un barrio desconocido es más ignoto que un desierto lejano. Por el camino, caña y cuña de pizza taradellas, caña y lacón azapatado sobre pan inane, caña y chupito de alita de pollo, caña y un mejillón, uno, a la vinagreta, caña y resumen en la tele de un Vietnam 1 Líbano 1. Desconcierto momentáneo y lectura de titulares de prensa sobre la barra.

En algún momento, la sensación en la calle es de pueblo abandonado. Los rayistas ya están en casa durmiendo la siesta. Fuera solo nosotros y los camareros que a veces barren servilletas debajo de nuestros taburetes.



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5 comentarios:

fon dijo...

Grandioso texto, Ambrosius. Fútbol y tapas. Cañas y prensa. Cánticos y porros. ¿Alguien en su sano juicio puede ver entero un Vietnam - Líbano? Acaban de robar un carro debajo de mi casa en Caracas a punta de pistola. ¿Para qué la tele si tengo ventanas?

Ambrosius de Königsberg dijo...

Faltaron los callos, Fon, pero decidí ser un chico prudente.

Fabulosas vistas las tuyas, indeed. Cuídate de los facinerosos con pistolas.

Anónimo dijo...

Sólo le encuentro una pega y creo que estaría bien solventarla para el deleite completo del texto: el líder en Segunda es la Real Sociedad.

Ambrosius de Königsberg dijo...

Anónimo, tu lo has dicho: la Real Sociedad en segunda división es un verdadero deleite

Anónimo dijo...

Hoy duermes en el sofá