sábado, 27 de febrero de 2010

Oda a la oficinista croata en el tranvia de Melbourne



Donde el autor, en visperas de abandonar Australia relata, sin acentos (no los encontre en este teclado), uno de los episodios mas insignificantes acontecidos durante un viaje que merecera mas esbozos, odas y severas reflexiones en las proximas semanas. Solo adelantar la posibilidad de que Australia, como tal, no exista.

Rechoncha sin gordura, vestido gris de oficinista sin aspiraciones y blusa color carne como las bragas de una abuela. Sentada a mi derecha, junto a la ventana, en el tranvia que va desde la playa de St Kilda al centro de la ciudad de Melbourne. Lee un periodico en croata con noticias locales de Melbourne. No hay que saber croata para darse cuentas de estas cosas. Espio, primero de refilon y despues de lleno, aprovechando que miro con gesto preocupado por la ventana como si intentara averiguar donde diablos estoy. No hay que ser un detective para saber que soy un turista, o algo parecido, asi que no llamare la atencion. El periodico combina noticias en croata con noticias en ingles. Ahora lee una entrevista a la embajadora australiana en Zagreb. Tiene (la oficinista, no la embajadora) labios jugosos y manos robustas de campesina pasiega (no es una metafora, creci con una campesina pasiega en la esquina de mi casa; su padre, tambien pasiego y campesino, perseguia con una hazada a mi perra que se cagaba en sus pastos y yo lloraba). Noticias de tenis, noticias de equipos de futbol croatas en ligas melbournianas. Me fijo y creo que es mas guapa en persona que en su reflejo en la mampara, que la arechoncha con injustucia. Le llaman por telefono y responde en ingles. Por el tono de voz podria ser su madre preguntandole por su dia de trabajo o su novio-esposo preguntandole si le falta mucho para llegar a casa. En cualquier caso, responde que no sabe. Lo que tampoco sabe ni podria llegar nunca a imaginarse es que el chico sentado a su lado le esta convirtiendo en la protagonista de una oda a una oficinista croata en el tranvia de Melbourne. Hace mucho frio dentro del tranvia por culpa del aire acondicionado y mientras escribo mentalmente mi oda a mi oficinista croata sentada en el tranvia de Melbourne siento como se me repite gloriosamente la cebolla de los mejillones comidos en la cafeteria que remata el muelle de madera de St.Kilda.

El reportaje que salió de este viaje podrás leerlo aquí


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