miércoles, 28 de octubre de 2009

Confesiones de uno de los nuestros


http://marcosdelasheras.com


Donde el autor explica cómo llegó a convertirse en parroquiano de la "región ocultamente furibunda" y cómo, en vez de oscura, la encontró diáfana y con vistas.

A primera vista me pareció raro. Descabezado, sin jerarquía. Esas celdas de colores de la parte superior me supieron a quesito de trivial. ¿Por qué soitu y no soytu con y griega? Es posible que murmurara el nombre en voz alta, delante de mi ordenador, en mi oficina, para poner a prueba su sonoridad. Y soitu me sonó a yo-yo. Luego me descargué un widget de fútbol y seguí trabajando. Veredicto: "esto no en un periódico".

Pero volví. A segunda vista el diseño me siguió pareciendo raro, pero diáfano. Su falta de jerarquía informativa, un acierto. Empezaba a comprender que no ser un periódico al uso era una elección consciente, un acierto, el único camino posible. Pinché las celdas de colores y caí en diseño + arquitectura. Después vi el mapamundi de vídeojuego de Amstrad y apreté encima de varios de esos muñequitos de camiseta roja apoyados en continentes blancos que saludan al lector con el brazo.Veredicto: "me gustaría pasarme toda la mañana leyendo soitu", pero no lo hice, porque por aquella época yo era todavía algo parecido a un empleado ejemplar encerrado en google.

Alguién me comentó que soitu aceptaba colaboraciones de usuarios. "Ah, el famoso periodismo ciudadano, otros que se creen que van a reinventar el periodismo", pensé con aplomo de tertuliano. Es posible incluso que dijera la frase en voz alta y no es descartable que alguién me riera el dardo. Al fin y al cabo, somos una raza de tertulianos y estocadas. Nuestros intelectuales escriben cosas como "asomarse a esa inmensa taberna que son los blogs y foros de Internet, en España, le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible"(Javier Marías).

Pero yo decidí sentarme en la barra y probar suerte una de esas mañanas de especial aburrimiento, de hartazgo de oficina y frustración profesional, y me lancé a escribir de corrido una especie de guía de viajes de Afganistán. Como yo por aquella época todavía era algo parecido a un empleado ejemplar y quería que mis superiores siguieran pensando que era un peón fiel, me vi obligado a combinar la excitación de la escritura automática con la vigilancia lateral. Clásica fórmula de oficinista díscolo: veo sombra, minimizo ventana de editor de soitu. Acerco mi cuerpo al ordenador, como un escriba cheposo, e inclinó la pantalla unos discretos grados a la derecha. Me estaba convirtiendo en uno de los nuestros y la postura era muy incómoda.

Y me quedé dentro de la taberna. Barra libre. Seguí leyendo, seguí escibiendo: en casa, en la oficina, aislado en el hospital Carlos III, dictando crónicas por teléfono, en la sala de prensa de Benicàssim, a cuatro manos y dos cañas, con Álvaro Llorca. Con el tiempo la barra libre dejó de ser metafórica y me encontré sentado en un tejado de Malasaña rodeado de redactores y usuarios de soitu a los que llevaba un año leyendo, haciendo equilibrios para no derramar la mahou sobre las tejas que jugaban al tetris bajo nuestros pies. Me acordé de Marías y pensé que mi "región ocultamente furibunda" tenía las mejores vistas de Madrid y banda sonora de Magnetic Fields.

Con ánimo capicúa, me despido de la misma forma con la tomé mi primer trago en soitu: con una frase en inglés convertida en haiku. Entonces a propósito del turismo en Afganistán. Hoy a propósito del periodismo en España:

finding beauty
amid the bomb craters
takes a little work


p.d: perdonen las posibles erratas; he vuelto a ser algo parecido a un oficinista ejemplar...



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