sábado, 29 de mayo de 2010

Pero tenían razón

Donde el autor recomienda un libro. No es algo que haya hecho muy a menudo en este blog, porque nunca quiso convertir la enzyklopedien en una guía de lectura. Pero en esta ocasión se pondrá un tanto dramático, ampuloso a la manera de un catedrático de historia dando una conferencia en la universidad Humboldt de Berlín, y escribirá una reseña sobre un libro. Se llama Humo Humano y lo ha escrito Nicholson Baker. Me sorprendió su demolición sistemática de la figura de Churchill y me gusta saber que es un libro que disgustaría profundamente a Aznar.

En apariencia es solo otro libro más sobre la segunda guerra mundial. Recrea, con una estructura poliédrica y narración cronológica, los antecedentes y el comienzo del conflicto. El libro termina en la nochevieja de 1941, cuando aún no se han producido las mayores catástrofes. Estados Unidos acaba de entrar en la guerra, Alemania ya ha invadido Rusia, los bombardeos civiles ya se han cobrado centenares de miles de muertos, en el frente oriental las SS ya han comenzado a ensayar con éxito un holocausto a pequeña escala y los rusos arrojan postales navideñas a los soldados alemanes con el dibujo de un cementerio y la irónica inscripción "espacio vital del este". Cuando el lector termina el libro, sabe que lo peor está aún por llegar. Por eso no hace falta narrarlo, porque lo más importante es explicar cómo hemos llegado hasta aquí.

Mediante una sucesión ininterrumpida de pequeños párrafos, el autor da voz a escritores como el rumano Mihail Sebastian, el austriaco Stefan Zweig, el inglés Christopher Isherwood, el polaco Czerniakow (el intendente del gueto de Varsovia, a cuyas órdenes trabajó el joven Reich Reiniki); muestra ejemplos de propaganda aliada, propaganda del eje, cita discursos y diarios de Roosevelt y Churchill, así como comentarios de sus más estrechos colabadores; rescata los apasionados memorandums de la élite científica mundial desarrollando ingeniosos sistemas de destrucción masiva (muchos de los cuales fueron planificados mucho antes de que empezara la guerra, mucho antes de que el conflicto fuera 'inevitable').

Uno de los hilos conductores del libro es el sistemático derribo de la figura heroíca de Churchill, a quien retrata como un estratega incompetente (campañas de Noruega, Grecia, Yugoslavia), un político excitado por la sangre, un mesías pedante emocionado con el devenir de la guerra, obsesionado (desde el primer suspiro de la guerra, y no solo al final) con bombardear indiscriminadamente ciudades alemanes (una técnica que ya había probado antes, en época de paz, fumigando armas químicas contra las "tribus incivilizadas" del Yemen). Unos bombardeos estratégicamente inútiles, no destinados a golpear la infraestructura industrial alemana, sino simplemente a "matar hunos" civiles. De la misma manera que se citan los encendidos elogios de Churchill hacia Mussolini y sus escritos contra el "judío Trotsky", el libro destapa el antisemitismo de Roosevelt, quien en 1922, ejerciendo de abogado en Nueva York, recomienda establecer un cupo máximo de judíos en Harvard.

La intensidad de la destrucción desatada sobre suelo alemán (del que hablan, con un registro completamente distinto, Sebald en Sobre la historia natural de la destrucción, y Kurt Vonnegut en Matadero 5), no es fruto de la espiral incontrolable de la guerra, sino una obsesión personal de Churchill que lejos de ayudar a finalizar el conflicto, no hace sino recrudecerlo. En ningún momento se trata de justificar el nazismo, cuyo delirio y máxima responsabilidad en el inicio de la guerra queda nítidamente retratado en el libro, sino denunciar la pulsión destructora que habitaba en los gobiernos democráticos mucho antes del comienzo del conflicto. Una pulsión bélica que guió durante años todos los movimientos estratégicos de Estados Unidos en el Pacífico, en busca del casus belli que justificase la declaración de guerra contra Japón. Mucho antes de Pearl Harbour y la bomba atómica, los informes militares de Estados Unidos se regocijaban con lo fácil que resultaría arrasar Tokyo con bombas incendiarias.

Baker rescata los argumentos de los pacifistas que en Estados Unidos y Reino Unido se opusieron a la guerra, todos esos "cobardes pusilánimes" que nos enseñaron en la escuela y en las columnas probélicas que se han escrito en todos los medios de comunicación de izquierda y de derechas para justificar todas las agresiones, desde Serbia a Afganistán e Irak.

¿Qué más puedo decir? que he dejado el libro lleno de subrayados, equis y vértices doblados (si ya superé mi trastorno obsesivo compulsivo que me obligaba a estirar los flecos de las alfombras de mi casa). Que espero publicar algunos de los libros que aparecen en la voluminosa bibliografía final. Que es un libro que se puede leer andando y en la sala de espera del hospital.

p.d: Leído en Letras Libres: "Reich-Ranicki y su esposa Tosia se libraron del exterminio gracias a Bolek, un tipógrafo borracho y golpeador de mujeres, según leemos en Mi vida. Ese hombre ocultó a la aterrada pareja judía y, tras deshojar la margarita entre denunciarlos o no hacerlo, tomó una decisión. Cierto día —no hacía todavía mucho que estábamos en su casa—, nos miró muy ufano, hablando despacio y no sin cierta solemnidad: Adolf Hitler, el hombre más poderoso de Europa, ha decidido: "Estas dos personas deben morir." Y yo, un pequeño cajista de Varsovia, he resuelto que han de vivir. Veremos quién gana"

p.d2: Dedicatoria final de Humo humano: "Dedico este libro a la memoria de Clarence Pickett y otros pacifistas estadounidenses y británicos. Jamás han recibido realmente el reconocimiento que se merecen. Intentaron salvar refugiados judíos, alimentar a Europa, reconciliar a Estados Unidos y Japón e impedir que estallara la guerra. Fracasaron, pero tenían razón".

5 comentarios:

RAFA PÉREZ dijo...

Si le da voz a Stefan Zweig ya me vale para ir el lunes a por el libro y si le sumamos tus impresiones estoy por intentar encontrarlo hoy mismo.

¿Has leído El mundo de ayer del propio Zweig?

Ambrosius de Königsberg dijo...

Grande Zweig. El Mundo de Ayer es uno de los libros más hermosos que he leído nunca. Pensar que estuvo décadas descatalogado en españa, hasta que lo recuperó El Acantilado, me anima a emprender proyectos asombrosos...

fon dijo...

Discrepo, enérgicamente, desde mi pasión "Zweigiana" (¿se diría así?). El Mundo de Ayer es, a mi humilde juicio, el peor libro de los que he leído de Zweig.

Confitado hasta el exceso, desesperante en su angolada adoración por las rayas del pantalón bien planchadas y, sí, demasiado largo. Algo de lo que jamás se podrá acusar a sus hermosas novelas de apenas un centenar de páginas.

Y, sin más, arrojo el pañuelo...

Ahora, todo lo demás que mencionas del libro de Nicholson Baker, me lanza a su voraz lectura. ¿Dónde lo encuentro en Caracas?

Ambrosius de Königsberg dijo...

Fon, sabía que caerías en el anzuelo. Te recuerdo, con la mandíbula chorreando callos madrileños, sostener sin pestañear que el mundo de ayer era el peor libro de Zweig. Pero fíjate que hasta en los fragmentos más engolados logra transmitir con swing austrohúngaro todos los detalles de un mundo perdido.

un abrazo

fon dijo...

Ambrosius: Los anzuelos están para morderlos, maifriend.

Me gustaría saber lo que escribiría Zweig tras una sobredosis de callos en un domingo nevado de enero madrileño...

Otro abrazo!