miércoles, 25 de febrero de 2009

Gatos con ojos azules y que hablan

Donde el autor escucha una historia contada desde lo alto de una escalera por un obrero con acento ruso que arreglaba el cartel luminoso de un bar de Chueca

"Tenía un gato blanco con ojos azules y que hablaba", le escuché decir a un obrero con acento ruso (y me acordé de mi mismo imitando el acento ruso en Zaragoza, de madrugada).

"Hablaba muy poco y comía mucho. También dormía todo el rato. No le gustaban las gatas, nunca intimó con ninguna. Se puso muy gordo y a veces daba miedo. Era obeso y antipático y por las noches yo cerraba la puerta de mi habitación. Nunca quería mimos y a veces se pasaba tardes enteras leyendo las esquelas del ABC. Tuve que matarle. Me lo comí guisado con ajos y pimientos y un chorro de vino blanco. Con los huesos hice un caldo y con el caldo un arroz caldoso. Del gato se aprovecha todo. Desde entonces no puedo parar de hablar y lo peor es que nadie se cree la historia de mi gato".

Yo tenía un gato blanco con ojos azules y que hablaba",
le escuché decir a un obrero con acento ruso
(y me acordé de mi mismo imitando el acento ruso
en Zaragoza,
de madrugada)
Y desde entonces no puedo parar de contar la historia
de su gato blanco con ojos azules
y que hablaba.

domingo, 22 de febrero de 2009

Enzyklonostalgias



Donde el autor, simplemente

Asomado a la ventana,
con vistas a un patio interior con sujetadores colgados y olor a carne guisada con mucha cebolla,
ponle 40 grados, suburbio de Madrid en canícula,
Ambrosius fuma un cigarro en calzoncillos
y se siente sorprendentemente vivo,
optimista
y erotizado.

Como cuando, después de una tormenta de verano, sientes que puedes masticar todo el polvo y todas las hojas de los árboles mezcladas con la contaminación recién agitada por la lluvia.

Es posible
que en los momentos previos a un hipotético fusilamiento,
Ambrosius recordara
este instante.

jueves, 19 de febrero de 2009

The man who invented the spanish omelete


No se ve, pero debajo del humo se están cocinando unas patatas fritas con cebollas que uno desearía como tapa yendo de cañas por La Latina.


Donde el autor revela la verdadera historia del hombre que inventó la tortilla de patatas.

Mi amigo no es una persona religiosa ni atormentada, pero a veces se despierta de la siesta con una plomiza sensación de desazón metafísica.

Paralizado bajo las sábanas (si es en la cama) o bajo la manta de cuadros (si es en el sofá) intenta encontrarle el sentido a la vida. Abre los ojos y lo único que encuentra son preguntas sobre el origen del cosmos. No le preocupa tanto la muerte como el concepto de la nada antes de la nada y cómo es posible que surja algo de la nada. Por suerte, al cabo de unos segundos a mi amigo le entra un hambre atroz y el origen del cosmos pasa a ser un asunto irrelevante comparado con los colores, las formas y los volúmnes de los alimentos acumulados en el frigorífico. Mi amigo nunca se suicidará porque le gusta demasiado comer.

Sin embargo, no sabía cocinar.

En un ocasión, mi amigo se levantó de su siesta metafísica con mono de patatas fritas.

Había oído a su abuela en numerosas ocasiones hablar con reverencia del "fuego lento" como origen de todos los platos sabrosos. También había oído a su madre, a su abuela y a sus profesores del Instituto de Comercio Exterior decir que el aceite de oliva español era el mejor del mundo y que todo el aceite italiano que se vendía en el mundo era en verdad, aceite de oliva español.

El resultado, una sarten llena de aceite (español)con irregulares trozitos de patatas cortadas sin juicio ni geometría haciéndose a fuego lento.

Mientras la patata se freía lentamente (no había prisa, el cosmos había ya dejado de ser un problema) vio media docena de huevos y se acordó de su hermosa pollera del Mercado de Chamberí y luego cayó en la cuenta de que esos huevos estaban a punto de caducar y cada vez que tiraba comida a la basura se sentía muy culpable.

Culpable, mi amigo empezó a batir los huevos sin tener muy claro qué haría con ellos. Una vez batidos los reservó en un bol aparte.Los huevos y las patatas corrían entonces por universos paralelos.

Cuando le pareció que las patatas estaban listas las sacó de la sartén con una espumadera y (oh confusión, oh genialidad) las depositió por error, no en el plato a tal efecto preparado (cubierto con una servilleta para chupar aceite), sino en el bol con los huevos batidos.

El efecto de la patata hundiéndose en el huevo le estremeció.

De placer, se entiende. Se quedó mirando y una a una fue empapando con huevo cada trozito de patata, como si echara agua sobre la espalda de un bebé. No sabemos cuánto tiempo estuvo así.

Lo que si es seguro es que en algún momento se acordó de la sarten y decidió imitar otro gesto aprendido de su madre y de su abuela (no así de sus profesores del Instituto de Comercio Exterior): echó el aceite sobrante a un frasco de cristal. La tapa de aquel frasco (antaño portador de pimientos de piquillo) fue utilizada como cenicero mientras fumaba y le daba vueltas a la situación.

Crudas no me las voy a comer.

Era cuestión de tiempo hasta que esas patatas untadas en huevo volvieran a la sarten.
Así fue. En el fondo era la salida más lógica.

Hasta aquí, una serie de coincidencias achacables únicamente al azar.

A partir de aquí, la leyenda, el enigma, el mito: ¿qué le llevó a tapar la sarten con un plato, dar la vuelta a la sartén, volver a echar los huevos y las patatas en la sarten y volver a dar la vuelta a la sartén?

Eso algo que nadie, ni siquiera él mismo, ha sabido explicar.

Simplemente sucedió, dice mi amigo.

Después de eso, no supo gestionar el éxito, las entrevistas, los programas gastronómicos, los derechos de autor, los abogados, los plagios, las malas imitaciones, las acusaciones, las confabulaciones, los reportaje de investigación de El Mundo, la seguridad privada, la casa en Las Rozas, la soledad.

y un día se fugó con su hermosa pollera del Mercado de Chamberí.
Nunca más volví a saber de él.
Kurt Cobain, antes de suicidarse, le dedicó una canción.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Avistamientos


Hermosa mujer, sin venir a cuento. Si quieres ver más mujeres soviética, y te recomiendo que lo hagas, pincha aquí.

Donde el autor recibe un teletipo de su hombre en Pekín, un dedeista clandestino de quien no puedo revelar su identidad. Ha visto algo raro: pudiera tratarse del espía que espiaba al Capitán Katiuskas o de un asesino a sueldo o de un poeta asesino freelance o peor aún, de un periodista de viajes en busca de qué contar y sobretodo, en busca de cómo coño contarlo.

“Por cierto, hoy que nieva por primera vez en Pekín -ya sabes que la nieve invita a revelar secretos en cafés oscuros e íntimos- te confesaré algo:

el sábado a media tarde, mientras paseaba alrededor del lago helado de houhai, me pareció distinguir sobre el diminuto puente una figura semejante a la de un espía. Escribía minuciosamente sobre un cuadernillo rojo mientras escudriñaba los reflejos de la luz invernal sobre el hielo. A su alrededor zumbaban los rickshaws, repletos de chinos gordos y chinas delgadas que reían a carcajadas. Él, que también parecía helado enfundado en su gordo abrigo, se movió de repente y se metió en uno de los diminutos cafés diseminados alrededor de la línea de tendencia (véanse las funciones de los gráficos de excel: agregar línea de tendencia) de Nanluoguxiang. Le seguí. Me senté en una mesa cercana a la suya. Aproveché su primera escapada a los servicios para asomarme sobre el cuaderno rojo y leí.

Un vulgar haiku y un dibujo o un esquema de lo que parecía ser un teatro antiguo. Te transcribo el haiku, por si te sirve de algo. Un abrazo desde Pekín.

Cruzo el puente de HouHai:
la vida como una película
dulce brindis venenoso
matar en Pekín es hiperreal

PS: la palabra hiperreal estaba escrita con una grafía distinta, parecida a la cursiva de los procesadores de textos, pero desconozco si el Facebook permite estas florituras”

lunes, 16 de febrero de 2009

He sido tan feliz, pero me he aburrido tanto

Donde el autor, abusando de las citas, presenta a Graham Greene como insuperable escritor de relatos de viajes.


1.Viajes con Mapas
: Graham Greene le entregó a su biógrafo Norman Sherry un mapamundi con un puntito rojo en cada uno de los lugares en los que había estado (debía ser algo así como el mapa que hay colgado en la parte superior derecha de este blog, que registra asombrosas entradas). Sherry, concienzudo profesor universitario, decidió visitarlos todos. A esto se le llama “trabajo de campo” y lleva mucho tiempo: 30 años, tres volúmenes y 2.251 páginas que no he leído. Y tiene su precio:en Panamá contrajo gangrena y perdió un tercio del intestino; fue arrestado en Haití, se infectó de diabetes tropical en Liberia y casi pierde un oído cuando le metieron la punta de un revólver por la oreja. Con problemas en la próstata, Sherry temía morir antes de finalizar. Hoy se confiesa "cósmicamente agotado".”(Andrés Gómez Bravo).

Ambrosius piensa a bote pronto en su labio roto en Nueva York, en su cabeza rota y posteriormente grapada en Santander, en su dedo gordo hinchado en Sudáfrica y posteriormente deshinchado en Madrid, y en una larga serie de vulgares diarreas y vómitos desde Madagascar a Marruecos.


2. Viajes con mi tía: “No estoy casado, he vivido siempre con mucha tranquilidad y no tengo ningún pasatiempo que me absorba, salvo mi interés por las dalias. Por esos motivos me sentí gratamente estimulado por el funeral de mi madre”. A esto se le llama descripción de un personaje. Lo que sigue es una novela de aventuras ‘aparentemente ligera’ protagonizada por un oficinista de vida sedentaria y una extravagante anciana kamikaze que no conoce el sentimiento de culpabilidad. Graham Greene sí lo conoció, a fondo, y vivió de ello.

3-Amantes y matemáticas: Escribe Manuel Vicent: “A los 16 años fue sorprendido acariciando la culata del revólver de su hermano mayor, un Smith & Wesson, calibre 32. Graham Greene jugó a la ruleta rusa cuatro veces con aquel arma, cuyo tambor era de seis balas. Durante el rodaje de Nuestro hombre en La Habana se lo contó a Fidel Castro. Y éste le dijo: "Si el tambor era de seis balas y se disparó en la sien en cuatro ocasiones, usted está matemáticamente muerto". Graham Greene contestó: "Yo no creo en las matemáticas”.

En otra ocasión, una de sus amantes le preguntó si era verdad que se acostaba con putas, y él, solícito, le respondió con una lista de sus 47 preferidas.


4.Viajes sin mapas: Graham Greene viajó a Liberia en 1935 por masoquismo, por sentir la aventura extrema del viaje por el viaje, por morbo, por Conrad, por lo que sea que el hombre se embarca en viajes absurdos. De Liberia sólo sabía lo que había leído en el Libro Azul del Gobierno británico:"ratas, fiebre amarilla, asesinatos de poblados, niños descuartizados, elefantiasis, lepra, frambesia, malaria (prácticamente universal en Monrovia), anquilostomiasis, disentería, viruela…”.


5- Epílogo urgente y atropellado
:funcionarios británicos desterrados en lejanas colonias de calor asfixiante, mosquiteras, puntuales bitter con ginebra a las seis de la tarde; hombres católicos, hombres casados con severas mujeres que escriben cartas llenas de reproches, planos de aspiradoras, armas secretas,agentes secretos, bombardeos, bombas, dalias, frambesia, ruleta rusa.

viernes, 13 de febrero de 2009

No se caía el hijodeputa



Donde el autor recomienda la lectura de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh (451 editores)

El 9 de junio de 1956 un grupo de amigos y vecinos escuchan un combate de boxeo por la radio. En pocas horas tendrá lugar un fallido golpe de Estado contra el Gobierno dictatorial de Aramburu. Alguien decide que en esa casa se reúne un célula de subersivos y ordena la detención de ese grupo unido por el azar y el boxeo. La mayoría ni siquiera se conoce entre sí.

Los detienen, los trasladan a una comisaria, primero y a un descampado a las afueras de Buenos Aires después, donde los fusilan, pero los fusilan mal. Algunos sobreviven y lo cuentan. Rodolfo Walsh, periodista y escritor de novelas policiacas, reconstruye el caso y lo publica en diferentes revistas. De estos artículos nace un libro, Operación Masacre, una recreación novelada que se lee, efectivamente, como una novela policiaca. Capítulos brevísimos y contundentes. Biografías concentradas de todos los protagonistas. Declaraciones de los fusilados, presentación de las pruebas, resumen del juicio posterior.

En los años 70, Walsh se integra en el grupo armado Montoneros y pasa a la clandestinidad.

Su hija Victoria muere en un enfrentamiento con la policía. Rodeada, dicen que dijo: “Ustedes no nos matan, nosotros elgimos morir”, y se dispara en la cabeza.

En 1976 crea ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina). Sus despachos, que se distribuyen mano a mano, llevan el siguiente encabezado: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

El 24 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh escribe Carta abierta de un escritor a la Junta Militar

Al día siguiente, en el cruce de las avenidas bonaerenses San Juan y Entre Ríos, Rodolfo Walsh es asesinado a tiros por miembros de La Escuela Mecánica de la Armada. “Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”.

Su cuerpo desaparece.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Metakatiuskas



Donde el autor da una vuelta de tuerca a la asomborsa historia del Capitán Katiuskas

Max, Lucía y Roberto sabían que querían hacer algo original, pero no sabían exactamente qué. Quisieron imitar a Walker Evans y su serie de retratos anónimos en el metro de Nueva York en la década de los 30. Llevaba Evans la cámara escondida en el abrigo, el objetivo asomando entre dos botones y un disparador en la mano. Pero no había metro en Santander.

Fundaron una tertulia literaria, la tertulia de los Hombres Modernos, pero se cansaron de escucharse y se cansaron de leer libros mal elegidos. También se cansaron de la lluvia.

Pensaron en escribir un blog y pasaron noches enteras en el ciberespacio en busca de una idea, una inspiración, o al menos un modelo que destruir. Hasta que una mañana, en la cafetería de la universidad, estallaron: "Internet es una taberna, un foro de vanidosos, una trampa, la nada, el todo, un lodazal,un espejo roto en mil pedazos, un balbuceo, una cosmovisión, un cajón desordenado..." y así siguieron hasta que Lucía les interrumpió con un golpe en la mesa y les advirtió de que esa conversación, ese cúmulo de insultos,sonaba a taberna, a foro de vanidosos, a trampa, a nada, a todo, a lodazal,a espejo roto en mil pedazos, a balbuceo, a cosmovisión, a cajón desordenado.

Lucia les contó entonces la asombrosa historia del Capitán Katiuskas,encontrada en un blog "inconsistente y olvidable" (estaban en la edad de los adjetivos) de nombre Enzyklopedien. Max y Roberto leyeron los posts impresos que Lucía les puso encima de la mesa. Al cabo de media hora cada uno de ellos propuso una teoría:

- el capitán Katiuskas estaba organizando un atentado contra Franco que consisitía en estrellar contra su yate Azor, durante la celebración de las regatas de verano, una trainera kamikaze llena de explosivos.

- El asombroso plan del capitán katiuskas sólo existía en la imaginación de un grupo de militares franquistas ansiosos por descubrir un gran complot inexistente.

- El capitán Katiuskas había creado un campamento secreto en la isla de Mouro en donde se escondían los últimos maquis, a la espera de lanzar un ataque a Santander. Desembarcarían en el Sardinero, en la Península de la Magdalena y en Puerto Chico, a bordo de barcas, traineras (de nuevo las traineras, qué obsesión) y en pequeños submarinos monovolúmenes en forma de tiburón... Para que se callarán, por interrumpirles de alguna manera, por detener el desembarco imaginario, Lucía dijo:

"Iremos a Madrid y se lo preguntaremos a Ambrosius en persona".

martes, 10 de febrero de 2009

Pause

Donde el autor rebobina y ni siquiera en la ficción es capaz de apretar el pause.

Fue una mañana intensa para los alumnos del instituto Las Llamas de Santander. El profesor de latín dijo que estaba hasta los huevos de que Julio César se retirara a los cuarteles de invierno en una de cada cuatro frases traducidas. Cerró la puerta suavemente y no volvió jamás.

La profesora de gimnasia, una anciana pequeñita con un estuche lleno de bolígrafos de colores, les alertó contra los peligros del dopaje y les ordenó tumbarse en el suelo y respirar repetidamente como si fueran hojas cayendo de un árbol.

El de física, un tuno grueso y sudoroso, se deleitó 35 minutos dibujando en el encerado la locomotora del tren de alta velocidad A que salía de Madrid en dirección a Barcelona. Por falta de tiempo, el tren que a esa misma hora partía de Barcelona se redujo a un dibujo esquemático en forma de suela de zapato. Llegó la hora de comer sin que nadie supiera a que hora exacta ocurriría el terrible accidente. Para entonces, el falso rumor sobre la caída de la torre de Pisa había prendido con fuerza por todos los pasillos.

Los alumnos de griego no dieron crédito a sus oídos cuando la profesora anunció que había matado a su pollo Polibio y que estaba delicioso. Gracias a dios, el gato Herodoto seguía vivo, gordo, inútil, feliz.

El de dibujo, a quien le faltaban tres dedos, volvió a amenazarles de manera abstracta y exigió alzados, bases y perfiles de extrañas construcciones cubistas.

A la profesora de inglés, tierna y joven de vuelta y vuelta, le bailaron, bajo el jersey de punto, sus puntiagudos pechos más de lo normal.

El de lengua les exigió una redacción sobre la primavera, que se colaba intensa por las ventanas amarillas.

El de Ética les pidió que se inventasen un país, un himno, una bandera y una constitución y los alumnos rellenaron franjas de colores horizontales y verticales con el mimo de quien rellena una vaca, un sol, un árbol, un arcoiris, una ola, un tiburón.

La de Historia del Arte proyectó diapositivas de capiteles románicos, pero la oscuridad del aula y el sueño produjeron monstruos en la imaginación de algunos alumnos, curiosamente los mismos que meses atrás creyeron ver en la venus de Milo el torso desnudo de un hoplita griego y la cúpula de Brunelleschi en el cimborrio de la catedral de Zamora.

La de literatura ventiló la generación del 27 como quien despliega las fichas del risk para conquistar el mundo, con nombres, fechas y llamadas al sacrificio.

El sustituto del profesor de música pronunció “Buenos Aires arrabalero” hasta cinco veces en media hora y eligió a una pareja al azar para bailar un tango delante de toda la clase.

La de francés preguntó amenazante si alguién sabía quien era Proust y los alumnos, atemorizados, acercaron sus sillas y sus cuerpos, por miedo y por el morbo del contacto físico.

Un alumno de letras puras cerró los ojos muy fuertes con el absoluto convencimiento de que al abrirlos, habría ocurrido por fin el milagro, y que el mundo (al menos el instituto) aparecería congelado ante sus ojos.

Pero al abrir los ojos el mundo seguía moviéndose.

sábado, 7 de febrero de 2009

Green hills and enemies



Donde el autor tararea una canción encontrada de forma fortuita y piensa que no es mala idea colgarla en el blog para que los lectores abandonen sus periódicos, sus blogs, sus libros, sus conspiraciones y, simplemente, escuchen. A pesar de haber leído la letra aquí, el autor no entiende nada, pero eso es algo que el ocurre y muy a menudo. Y no tiene por que ser malo.

viernes, 6 de febrero de 2009

Dosis concentrada de actualidad

Donde el autor abandona, ya si, la ficción, pero a modo de vengaza y advertencia, golpea a sus lectores con una dosis concentrada de actualidad. Todo empezó como una lista de las ‘palabras imprescindibles para escribir un reportaje de viajes”, pero Ambrosius tiene la sensación, típica de novelistas pedantes en el programa de Sánchez Dragó, de no controlar su blog.

Moderno, kitsch, vanguardista, ecléctico, fusión, diáfano, suerte de, decimonónico, finisecular, a horcajadas, a capón, parece ser que va a llover, parece ser que va a nevar, crisis, hipoteca, fluidez, Berlusconi, Dios, blog, bloguero, bloguerías, blogosfera, blogofrenia, blogulos rojos, bloggits y blogorcos, blogos feroces, blogosos pandas, redes sociales, redes de arrastre, redefinir conceptos, redecorar, reinventarse, reflexionar, reorientar tu negocio, malos tiempos, olas gigantes, ciclogéneses explosivas, isobaras desordenadas, hitos de arquitectura, obispos, arzobispos, exorcistas, aborto, eutanasia, liposucción, familia, faringitis, Messi, art deco, menú desgustación, oferta culinaria, estrella Michelin, Barcelona mediterránea, tierra heroíca, tierra cruel, pueblo pintoresco, banquero, banca, bancarrota.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Las franquistas suicidas



Donde el autor inicia la compleja transición de la ficción a la actualidad, y en el camino se pierde.

Los hombres conversan en los salones del Real Club de Regatas, en círculo, junto a uno de los balcones con vistas a la Plaza de Pombo. Cada vez que empieza a llover, cosa que ocurre muy a menudo (en ocasiones hasta sesentadiasseguidossinparardellover) el capitán Katiuskas se levanta del sofá rojo y se dirige hacia la ventana. Sin decir palabra, todos los contertulios se van poniendo de pie, con cadencia de fichas de dominó, y le siguen hasta el balcón. Si les vieras reunidos en un círculo perfecto, de pie, con las cabezas muy juntitas, juararías que hablan de cosas importantes. Pero te estarías equivocando. La conjura ocurre dos pisos más abajo, en el salón de la casa del Capitán Katiuskas, donde se reúnen las mujeres a jugar al bridge y a pintar atardeceres en la bahía. Hoy discuten sobre la conveniencia de incluir una trainera a contraluz, con las figuras de los remeros "como fundidos en negro". Discuten también sobre dónde acaba lo pintoresco y dónde empieza lo vulgar. Sobre el equilibrio, la gama de grises y el predominio de los colores sobre el dibujo como símbolo de modernidad. Cuando la sirvienta se retira a la cocina, la conversación da un giro y aparece el

Nembutal
el barbitúrico que dentro de unos años matará a Marylin Monroe
aunque nadie lo sabe,
ni el espía,
ni el capitán Katiuskas,
ni las mujeres pintoras.
ni Alonso Pereda vagando sólo por el barrio pesquero en busca de pelea.

Hablan de su laboratorio clandestino situado bajo las mansardas de uno de los edifcios decimonónicos del Paseo Pereda, y de la necesidad de comprobar que no haya goteras en el ático, porque el contacto del agua con el nembutal y los cristales de cianuro de sodio provocaría una explosión que reventaría todo el edificio. Mientras explica a sus amigas la esencia de complicados procesos químicos, la mujer del capitán es capaz de imaginar la explosión del edificio vista desde el muelle, la butaca del mirador saltando por los aires hasta el mar, la cubertería de la abuela clavándose en los cuellos de los paseantes. Hablar y pensar a la vez en algo distinto es un don que tiene. "Un don muy pesado", piensa mientras explica procesos químicos e imagina explosiones. Lo que hacen tres pensamientos a la vez. Demasiados. Para decir la siguiente frase, sin embargo, bloquea el resto de pensamientos. Se centra. Se monotemiza. Que alivio. “Todo esto se limita a morir cómo, cuándo y dónde queramos, sin depender de monjas trinitarias, ni hijos pusilánimes, ni maquillajes imposibles, ni sillas de ruedas. Se trata de tener la pastilla preparada, para cuando llegue el momento, que tal vez no llegue nunca o tal vez llegue muy pronto”.

Sin razón aparente, desde su despacho de la plaza porticada, el General se acordó de su profesor de griego de los Escolapios.

Y luego, en voz alta, suplicó: “por favor, Ambrosius, sácame del blog durante unos días. Estoy cansado y confuso. Necesito unas vacaciones”.

Ambrosius dudó.

lunes, 2 de febrero de 2009

El quintacolumnista que escribía cuentos de vampiros



Donde el autor introduce a un nuevo personaje y recomienda (en verdad preferiría obligar) a los lectores recién llegados a que lean los dos posts anteriores si es que quieren entender algo sobre el asombroso plan del Capitán Katiuskas. Asimismo el autor asegura que en cualquier momento volverá a reconducir su blog hacia temas más actuales, cercanos y periodísticos. Pero admite que no sabe cuándo ni cómo. No le queda sino implorar paciencia.

A pesar de su delgadez, Alonso Pereda tenía fama de hombre contundente, y a pesar de su fama de hombre contundente, a Alonso Pereda le aterrorizaban los viajes en tren, la oscuridad y las ratas. Los episodios más oscuros (o más bien confusos) de su vida sucedieron en el Madrid asediado de la Guerra Civil, años en los que fue sucesivamente o al mismo tiempo, agente doble, quintacolumnista nacional y miliciano anarquista. Fue durante estos años de bombardeos, fusilamientos y orgías en villas incautadas del Barrio de Salamanca cuando Alonso Pereda comenzó a escribir sus primeros cuentos de vampiros. Al principio, evocaciones costumbristas ambientadas en imprecisas montañas del norte;sórdidos relatos de fuerte carga erótica ambientados en Madrid, después. Le gustaba dormir en los refugios aéreos, en el metro, rodeado de cientos de personas, porque sólo de esta manera era capaz de conciliar el sueño. Cuando no sonaba la alarma aérea recorría los bares, los comités de las milicias, las casas de sus amigos o el Parque del Retiro en busca de mujeres o de hombres. Preferiblemente mujeres. A ser posible de anchas caderas. Nadie sospechaba que su voracidad sexual escondía un primario terror a dormir solo.

Confusos informes de la inteligencia franquista (interesada en hacer creer a sus superiores que habían sido capaces de mantener un estructura clandestina en la capital), así como encendidos elogios del embajador de Portugal (interesado en ocultar a los vencedores su tibia actitud durante los tres años de guerra) presentaron a Alonso Pereda, ante los jerarcas franquistas, como un hábil quintacolumnista en la ciudad sitiada. Aún así, para acallar las dudas de algunos militares escépticos, fue necesario escribir un extraño libro de propaganda sobre las cárceles y torturas del Madrid republicano, una especie de apocalipsis rojo con comisarios estalinistas durmiendo en ataúdes, burdeles en iglesias y campos de concentración bajo tierra. Un libro claustrofóbico y sin embargo, como comprobaron satisfechos en el Ministerio, irresistiblemente fácil de leer y sorprendentemente verosímil.

Alonso Pereda se labró durante los años de postguerra una reputada fama como periodista de ABC, a la vez que se extendía por Madrid, entre maridos cornudos, militares viriles, poetas falangistas y tertulianos del Café Comercial, unas irrefrenables ganas de asesinarlo, de torturarlo, de arrojarle vivo al estanque del Retiro, atado a una piedra. Eso explica que no dudara en subirse a un tren para poner rumbo a Santander con la excusa de escribir una crónica sobre la aparición, en la Playa del Sardinero, de una ballena varada de 24 metros de longitud.

Desde su despacho en la Plaza de Porticada, recién leído el informe sobre Alonso Pereda, el General intuyó que aquel oscuro periodista madrileño podría ayudarle a él y a sus espías,a descubrir, por fin, en qué coño consistía el asombroso plan del Capitán Katiuskas.

Pero eso era algo que Alonso Pereda, recién llegado a la estación de Santander, cansado, y en un avanzado estado de ansiedad, desconocía.